LXXXVIII: Sedantes para la realidad

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⚠️ DISCLAIMER ⚠️

Este capítulo contiene elementos de índoles y actos suicidas.

Se pide discreción.



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— ¡Maldita sea, Kahl! ¿Por qué tus flores favoritas tenían que ser "de temporada"? ¡A ti solo te gusta joderme!

Exclamaba Eric dejando en la tumba de Kyle un ramo de rosas rojas en lugar de los típicos narcisos.

Sucedía que los narcisos florecían y se vendían a finales del invierno. Se encontraban ya a mediados de junio, por lo que era difícil conseguir específicamente esas flores en ese pueblo montañés y más tomando en cuenta que Eric terminó con todos los narcisos de la única florería de Süd Park con sus constantes compras.

Sin otras alternativas compró un ramo de rosas rojas porque... Eso era romántico y fácil de adquirir en casi cualquier época del año ¿No? Tendría que conformarse con tales flores hasta que el invierno volviera a terminar. Para eso faltaba mucho. El lado positivo de este evento era que así podría dejar descansar su bolsillo y comprar flores más económicas.

—Para la otra te traeré flores silvestres. En fin, me imagino que cualquier tipo de flores para ti estarán bien ¿No? A ti solo te gustan las flores y punto... Será tu castigo por no darme más opciones, judío tonto y estúpido.

Una costumbre extraña y perturbadora que había adquirido era pelear con la tumba de Kyle. Insultarlo, ofenderlo, gritarle, quejarse de todas las cosas que detestó de él. Existía una mínima, fugaz y milagrosa esperanza de que el judío se levantara de su tumba y le regresara el insulto, un golpe; una respuesta. Pero evidentemente sería imposible de lograr. Este nuevo tema de las flores, que le hacía sentirse un tanto culpable de no poder seguir trayéndole narcisos, sería un constante tema de discusión entre él y la tumba. Aunque cabe aclarar que la amenaza de traerle "flores silvestres" no era para nada seria, solo un burdo intento de provocarle.

Solía tirarse en la hierba húmeda por las lluvias a discutir durante horas, mientras miraba con desolación al cielo gris. Cuando llovía se quedaba ahí para empaparse y enfermarse. Aunque eso último le costaba mucho ¿Sería que el ojo de Kenny le otorgaba una buena salud? Las pocas veces que llegaba a pescar un resfriado al par de días se curaba. No podía enfermarse con gravedad.

Tal parecía ser que morirse de enfermedad sería muy poco probable para él.

—Se sintió genial inyectarme los sedantes de mi mamá... Ah, es cierto. No te conté. La semana pasada encontré los sedantes de mamá. Los pendejos de las JH mandaron un aviso de que vendrían a confirmar como se encontraba mi salud. Soborné al médico para que hiciera un dictamen falso y cuando vinieron a visitarme me inyecté los sedantes de mamá para así fingir que estaba enfermo. Esos pendejos se lo creyeron por completo... Y ya sé que a ti te pondría verde del coraje, pero no me importa. Porque adivina algo, Kahl ¡Al carajo, yo hago lo que quiero!

Giró su cuerpo, se colocó bocabajo, enterrando su rostro entre sus brazos.

—Creo que entiendo porque mamá no hace nada, supongo que le gusta estar sedada. No sientes nada, ni dolor, ni felicidad, nada. Me gustó... Pero el hecho de que tenga que ser inyectado es el problema. Tarde horas en poder inyectarme, casi me desmayaba al ver la aguja. Pero era eso o volver a las JH. Quiero quemar mi uniforme y nunca volver ahí... —suspiró con pesar —Es injusto. Es tan injusto que mamá disfrute de estar sedada cuando yo estoy solo.

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