XCIV: Eric T. Cartman, un joven gordo eternamente enamorado

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—Edad.

—16 años.

—Nombre.

—Eric Theodore... Ehm... Estaba en proceso de cambio de apellido...

— ¿Cambio de apellido? —la mujer encargada de las actas congeló sus hábiles dedos sobre las teclas de la máquina de escribir.

—Sí. Debido a asuntos familiares estaba cambiando mi apellido. El apellido de mi padre, "Tenorman"; era problemático. Estaba recuperando mi viejo apellido "Cartman", el apellido de soltera de mi madre. Pero claro, se les ocurrió soltar bombas en los registros civiles y yo quedé en el limbo —expuso Eric, un tanto nervioso de la respuesta de la americana.

— ¿Su madre era...?

—Mis abuelos, mis abuelos eran estadounidenses —corrigió.

—De acuerdo... Aconsejo entonces tomar el apellido materno. Igual no hay registros disponibles para corroborar que el cambio se haya concretado ahora mismo y... Serán más indulgentes con usted si lleva un apellido anglosajón que uno germánico.

—Bien. Mi nombre es: Eric Theodore Cartman.

Un 30 de mayo de 1945, Eric, Butters y Douglas fueron puestos en libertad.

La ciudad de Múnich estaba bajo control norteamericano. En su breve juicio fueron considerados niños que fueron obligados a pelear por sus torcidos superiores. Sin mencionar que el grupo comandado de Eric ganó cierta "simpatía" por el temerario acto que hicieron antes de ser detenidos.

Los estandartes nazis fueron quemados y prohibidos.

De pronto todos en Alemania detestaban a los nazis, ahora ondeaban banderas americanas, británicas, francesas y soviéticas. Tal vez el mismo suicidio de Hitler ayudó a alimentar un profundo rencor en su población hacia esos antiguos lábaros patrios, su cobarde líder los abandonó después de hacerlos pelear con uñas y dientes.

Alemania firmó su rendición definitiva el 07 de mayo de 1945.

El régimen de horror nazi había terminado.

Los aliados ganaron la guerra, que aún no había terminado del todo en el oriente.

Sin embargo, a pesar de esas entusiastas noticias, la paz estaba lejos de poder concretarse. Europa era una campiña de sangre fresca cada día.

Tal anuncio podía colmar de alegría a infinidad de personas alrededor del mundo. Pero la imagen que estos jóvenes adolescentes de 16 años miraban tras ser puestos en libertad era terriblemente desalentadora: la ciudad estaba hecha ruinas, edificios grises apunto de caer; infinidad de niños perdidos y huérfanos vagaban por las calles, ofreciendo sus cuerpos a pervertidos que les ofrecían un poco de pan; personas derribadas en las aceras, ya fuera por la depresión o el shock que enfrentaban o algún desafortunado que no tenía sus extremidades completas y rogaba por una moneda; soldados americanos degradaban a alemanes o acosaban a las mujeres, vulnerables al no poseer un techo que las protegiera; la prostitución era un grito de auxilio y sin mencionar que muchas de ellas ni siquiera ofrecieron ningún servicio, los soldados las tomaron como "botín" de guerra y abusaron de sus frágiles cuerpos. Fueron violaciones en masa.

Era el infierno. Alemania derrotada era un completo infierno para sus ciudadanos. Es más ni siquiera el mismo satanás se atrevería a pasar por ahí. Muchos dirán que estas desgracias eran el karma que sembraron los mismos alemanes después de haber provocado tal atroz guerra.

Pero ustedes juzguen:

El niño que negociaba por comida con un soldado a cambio de ejecutar una felación ¿Era karma?

La casa verde lima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora