LXV: Charla Nocturna

1.1K 187 124
                                    

Por supuesto que los sueños de Eric no se esfumaron, y ahora, tras lo sucedido estos últimos días, estaba completamente seguro de que estas visiones eran reales. El de esta ocasión ocurría a principios de Julio de 1941, un mes de la ruptura de su relación de David y Kyle. El pelirrojo evidentemente se deprimió, ya ni siquiera salía a tomar fotografías. Se la pasaba encerrado en su cuarto y solo salía cuando Stan lo obligaba a hacerlo. Al chico del pompón rojo le pareció extraña la situación, regularmente era al revés, él era quien tenía episodios melancólicos y deprimentes, era él cuando su relación con Wendy se rompía que Kyle era quien venía a intentar animarlo. Por lo mismo tenía menos práctica en ello.

Sin mencionar que la situación económica en su casa estaba mal por los empleos mal pagados que llevaba su papá, provocando que el matrimonio de sus padres también fuera en picada.

- ¡Gerald! ¿Cómo se te ocurrió endeudarte con esa clase de personas? ¿De dónde vamos a sacar ese dinero? ¡Ya he vendido todas mis joyas!

Escuchaba la discusión de sus padres desde su alcoba, aun si mantenía alto el volumen de la radio los escandalosos gritos de su madre llegaban a sus oídos.

Al parecer, por lo que Eric también era capaz de oír, el señor Broflovski pensó que sería una buena idea ir a un casino de la ciudad de Kempten y usar gran parte de sus ahorros en un intento desesperado de multiplicar sus fondos. Pero los perdió, y no solo eso, se endeudó con el casino y los dueños de este no eran precisamente las personas más bondadosas con las que se pudo haber encontrado. Los Broflovski estaban en riesgo de perder su casa.

Cuando los gritos cesaron. Después de que su madre se encerrara en su respectiva habitación y su padre en su despacho, Kyle se levantó de la cama, apagó la radio, se puso sus botas desgastadas y Eric pudo ver en su rojiza mirada por el llanto, pero a su vez encendida, que planeaba algo en su cabeza.

Limpió su cara, tomó de la vieja habitación de su hermano una carreta roja, una que usaba Ike para cargar con sus juguetes de un lado a otro, echó en ella su televisión, el radio, un par de relojes, su cámara y otro par de cosas que parecían poder tener algo de valor. Los cubrió con una manta y tras mucho esfuerzo de bajar todo eso a la primera planta, y en silencio, salió de su hogar con un solo objetivo: la tienda de empeño.

Por supuesto que Eric le siguió todo el camino, sin poder quitar su vista de todas esas cosas y el marchar furioso del pelirrojo.

Se detuvo frente a la tienda de empeño, frente a la puerta que exponía un grotesco letrero para sus retinas, ese que le impedía dar un paso dentro de cualquier establecimiento que fuera considerado exclusivo para "arios". Presionó sus puños tomando una profunda bocanada de aire y con coraje y rabia empujó la puerta para así entrar, haciendo sonar la campanilla que anunciaba la entrada de un nuevo cliente; todos los presentes giraron a verlo, parecían fieras observando a una indefensa presa.

En cuanto notaron de quién se trataba y del brazalete que llevaba en su brazo la mirada de cada uno de ellos se volvió helada. Presionó sus labios, mordiéndolos ansiosamente, pero de todas maneras arrastró su carrete roja con la frente en alto hasta el mostrador.

-Buenas tardes... Yo...

- ¿No sabes leer?

- ¿Qué...?

- ¿No sabes leer? El letrero de la puerta específica claramente que los tuyos no pueden entrar aquí. Largo. -señaló el hombre de cabellos rubios del mostrador, inconforme, cruzando sus brazos.

-Yo... -aun si le era intimidante tragó saliva y sonrió forzadamente -. Buenas tardes, señor... Señor Müller -leyó su gafete -. Quiero... Necesito empeñar algunas cosas.

La casa verde lima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora