La casa verde lima

XII: Una pequeña promesa

—Está muy oscuro ¿No?

—El ático es oscuro, solo hay una ventana y es un vitral así que no entra mucha luz —indicó Kyle subiendo sin ningún problema.

—Espera.

Eric bajó corriendo por la linterna que cargaba en su mochila.

No le gustaba la oscuridad y tampoco le parecía la mejor idea entrar a un sitio de la casa verde lima que no tenía explorado. Además si mal no recordaba el relato de Chef ahí fue donde se ahorcó el primer dueño de esta propiedad. Sintió un escalofrío al pensarlo. Era mejor llevar una linterna.

Volvió a subir con la respiración agitada de tanto correr y terminó de escalar las escaleras desplegables hasta entrar en el ático de nuevo.

—Eres un miedoso —se burló Kyle cuando lo vio subir con una linterna.

—No es por miedo. Solo es por seguridad —indicó Eric con un leve sonrojo en sus mejillas aunque era imperceptible por la oscuridad —. Podemos tropezar con algo o... —encendió la linterna.

—O encontrarnos con un fantasma, claro —Kyle continuaba burlándose, buscando la caja donde se guardaban los juegos de mesa.

El ático estaba lleno de polvo y como dijo el judío estaba en su mayoría oscuro. Solo había una pequeña ventana con un vitral colorido que no permitía del todo entrar la claridad de la luz del sol. Estaba repleto de cajas, algunos muebles viejos, tablas, cubetas y más basura.

Echaban un vistazo caja por caja hasta que dieron en la que se guardaban los juguetes. Sacaron de ella una espeluznante muñeca vieja de porcelana y eso hizo que Eric recordara a las supuestas niñas que mataron ahí. Se persignó sin que el judío lo viera para evitar burlas.

También sacaron de ahí un juego de té y Eric sugirió que algún día podrían usarlo, así que lo juntó para bajarlo.

—Hay escaleras y serpientes... ¡Mira! Es la primera versión del Monopoly —señalaba Kyle sacando los juegos de mesas —. También hay ajedrez, dama chinas, hundir la flota, parchís, el juego de la oca y dominó  ¿Cuál quieres jugar?

—Mhhh... Juguemos escaleras y serpientes y baja las demás cajas para que juguemos con ellas otro día —propuso cargando con el juego de té y un par de cajas.

—De acuerdo.

Mientras Kyle limpiaba el desorden que hicieron para encontrar los juegos de mesa, Eric echó un vistazo a su alrededor. Entre los tantos muebles que había los que más llamaron su atención fueron el piano espineta y un fonógrafo. Al castaño le gustaba la música. Cuando iba a la escuela en Múnich era una de sus clases favoritas y en el salón de música tenían un piano que a veces le dejaban usar.

La casa del señor Tenorman no tenía piano. Los primeros días que llegó tenía la esperanza de que hubiese uno, pues es el estereotipo más común ¿No? Los ricos en sus mansiones tienen lujosos pianos. Por eso quedó sorprendido y decepcionado al saber que ellos no tenían uno. Cuando ese ojete se casara con su madre lo mataría y así recibiría su rica herencia y con ella se compraría un lujoso piano.

Aunque mientras tal vez se podría conformar en venir a la casa verde lima a tocarlo, algún día, quizás mañana.

Ya estaban por bajar cuando ambos vieron como una lámpara que estaba situada sobre una caja cayó de una manera un tanto extraña al suelo, generando un estruendoso ruido que hizo que ambos se bajaran corriendo del ático y cerraran su entrada.

— ¿Y dices que no dan miedo los fantasmas? —exclamó Eric aterrado, bajando al primer piso

—Por supuesto que lo dan. En las noches he escuchado pasos en el ático ¿Pero qué puedo hacer? —cuestionaba Kyle buscando relajarse —. Tal vez se enojó porque agarramos sus juegos de mesa y no lo invitamos a jugar.