LXI: "El inmortal"

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El sonoro y estruendoso sonido de un disparo se hizo presente en toda la casa.

Kenny consiguió moverse ligeramente para evitar que la bala lo atravesara y quedó estático por unos segundos al sobrevivir. Por su parte, Eric lo miraba aterrorizado, pálido de pies a cabeza. Estaba frente al mejor amigo que él asesinó, que él enterró, al que le robó ese ojo celeste que ahora lo tanto caracterizaba.

¿Inmortal? ¿Kenny era inmortal? ¿De qué mierda estaba hablando?

Entró en pánico y lo único que pudo pensar fue en disparar ante el miedo, comprobar que lo que estaba mirando era real. Sudó frío y el revólver resbaló de sus manos temblorosas después del disparo. Se encorvó sintiendo que perdía el equilibrio y fue cuando Kenny salió de ese trance y ofreció su apoyo al castaño, ayudándolo a sentarse en el piso.

—No me sorprendería si te cagas en los pantalones —se burló Kenny al observar el semblante de su amigo.

—Kenny... ¿Qué mierda haces aquí...? ¿Cómo estás...?

—Ya te lo dije. Soy inmortal. Puedes matarme, pero en un día, dos, tres vuelvo a la vida —respondió Kenny rodeando los hombros del castaño —. Vaya, has crecido.

—Tú igual...

—Sí, también estás ligeramente más delgado ¿Has estado comiendo bien? Quiero pensar que tu palidez se deberá por ver a tu querido mejor amigo con vida ¿No?

—Claro —asentía Eric escéptico y en realidad divagando un poco entre las palabras de Kenny — ¿Vienes a matarme por...?

— ¿Qué? ¡Oh, no! Solo vengo a patear tu gordo culo por haberme robado mis preciados ojos —pestañeó el rubio —y también por haberte ido sin avisar ni mencionar a dónde ibas.

—Estabas muerto, pendejo... O lo que sea ¿Cómo carajo iba a avisarte?

— ¿Y a Butters?

—Bien. Sí, me fui sin avisar. Pero no fue por gusto, carajo —se quitó su brazo de encima y se levantó del suelo con un evidente temblor en las piernas —. Kenny ¿Desde cuándo...?

Desde que nací —también se levantó del piso —. Mis papás se metieron a un culto extraño a cambio de cerveza gratis y bueno, sabrá Dios que habrán hecho. Pero el punto es que... Como mi mamá estaba embarazada de mí en esos tiempos, pues terminé afectado —suspiró el rubio —. Cada vez que muero vuelvo a la vida. Siempre lo he hecho, he muerto incontables veces frente a tus narices y las de Butters. Pero jamás recuerdan.

—Pero...

—Sí, por esto ahora lo recuerdas —dijo Kenny señalando el ojo celeste que poseía el castaño —. Ahora tienes una extensión de mí en tu cuerpo, esa debe ser la razón por la que puedes recordar mi muerte y estar consciente a partir de hoy de la maldición que me aqueja.

—Santa mierda... —expresó Eric con una mezcla de escepticismo y miedo.

¿Cómo mierda podía tener eso siquiera algo de sentido? La sola idea le aterraba. Miraba con miedo al rubio, era como hablar con un zombie. Iba a atormentarlo una fuerte jaqueca ocasionada por el estrés e impacto que era recibir tal información sin previo aviso.

Kenny hablaba con tanta naturalidad, como si estuvieran conversando acerca del clima.

—Lo sé. Bueno. Esa es una de las razones por las que te estuve buscando. Quería saber si después de que hicieras esa estupidez de ponerte mis ojos te hayan afectado de alguna forma. Pero... Tal vez como solo te pusiste uno no hubo mayores efectos.

—Carajo, entiendo... —levantó el revólver del suelo, le colocó seguro al arma y guardó en su cinturón — ¿Vi-Vienes solo?

—Totalmente. Pensé en traer a Butters. Pero necesitaba que alguien cuidara de Karen —asintió el rubio y miró curioso al castaño —. Por cierto ¿Tú qué carajos haces metido en esta casa tan espeluznante? Este sitio no es para nada bueno. Hay que irnos aquí.

La casa verde lima Donde viven las historias. Descúbrelo ahora