El vuelo duró horas, me dediqué a buscar un lugar cerca de la universidad, pero sin pedirlo mis padres ya me habían comprado un pequeño apartamento relativamente cerca. Es el sueño de la mayoría de las personas de tener padres millonarios que complazcan antojos a niños mimados, pero no es para nada el mío. He tratado en numerosas ocasiones en compaginar con ellos, ser más que los hijos de los empresarios más exitosos del mundo y simplemente ser una familia normal. Para ellos, es más importante el dinero, y lo mucho que te aman lo demuestran con lujos. Carecen de contacto humano y amor verdadero. Pensar sobre mis padres de esa manera crea una sensación nauseabunda, pero no puedo ser necia. Sé que Pietro comparte el mismo pensar que yo sin embargo, es quien mejor se lleva con ellos. Con la localización que mis padres enviaron logré llegar al apartamento, el cual estaba completamente amueblado. Las paredes eran blancas con cuadros abstractos enmarcados en marcos color oro. Enormes muebles de color gris que iban a juego con los detalles y figuras del mismo color, y algunos cuadros y figuras de color rojo para el contraste. La cocina estaba totalmente equipada y la nevera totalmente llena. Habían dos habitaciones, pero la más grande era la mía. Estaba decorada de los mismos colores que mi habitación en casa, es como si nunca me hubiese ido, pero esta tiene un tono... ¿más adulto?
Dejé las cosas en la cama y busqué un lugar a dónde ir. Estaba muerta del cansancio, pero jamás había estado sola en una ciudad desconocida, y tenía que hacer algún amigo aquí. Encontré un bar no muy lejos, caminando eran máximo cinco minutos. Era imposible que me perdiera por las calles. A diferencia de Sokovia y Estados Unidos, el aire es más cálido aquí. Jugaba con mis dedos por el aire mientras iba fijándome en todo lo que había a mi alrededor, estaba fascinada por la hermosura de este lugar y todos los sueños que podría tener aquí. A pesar de que soy una adolescente/casi adulta que es atormentada por su presente, nunca me he negado a soñar y eso es justo lo que hacía, hasta que me tropecé con la puerta mientras alguien la abría.
- Discúlpame, no iba mirando y yo... -Al alzar la mirada una mujer de tez pálida con su cabello recién hecho de color rubio y con hermosos ojos verdes me extendía la mano mientras me ayudaba a ponerme de pie.
- No te disculpes, iba metida en mis pensamientos -sacudí mis manos deshaciéndome del sucio de la calle y arreglé mi cabello- Las dos tenemos la culpa. Buenas noches.
Sostuvo la puerta amablemente mientras caminaba sin dejar de observarla, solo sonreí justo antes de perderla de vista. Busqué en el bar un espacio vacío y lejos de todas las personas que parecían tener más de cincuenta años. A veces me aterra socializar, por eso seleccioné el último banquillo de la esquina, mientras pedía varios shots de tequila. Si algo sabemos hacer las personas con dinero, es tomar buenas decisiones. El banquillo de al lado hizo un sonido estruendoso al ser arrastrado. Seguía observando los chupitos vacíos que hacían una línea, como si allí encontrara la respuesta de todas mis penas. Uno tras el otro, seguía tomando la sustancia caliente que contenía cada uno.
- ¿Estás sola? -Puede reconocer la voz al instante.
- Esa pregunta no se le contesta a cualquiera -otro shot.
- No soy un asesino en serie ni nada por el estilo -movió sus dedos señalando los chupitos- ¿Puedo invitarte otro trago?
- Acabas de ordenarlo sin preguntarme -otro más, el liquido recorría el interior de mi boca siguiendo su camino hasta mi garganta, haciendo que ardiera, pero no tanto como duele las razones por las cuales tomo cada chupito, estaba prendida en fuego. Tenía cara de pocos amigos, aún no entendía por qué me seguía hablando, tan siquiera hacia contacto visual con ella, se supone que en algunos minutos más se aleje.
- ¿A qué le temes? -aún su irritante voz a mi izquierda. Cada vez se acercaba más por el ruido de la música a todo volumen, debió haber pasado tiempo ya, el bar se había llenado un poco más.
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LA CHEF Y YO
Fanfic- Wanda -intentó tomar mi mano, pero me zafé de su agarre. - Chef Romanoff -subí al tren sin mirarla, hasta que busqué un asiento. Enterré mi rostro en la palma de mis manos intentando ocultar las lágrimas que inevitablemente salieron sin ser llamad...