Energía

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No sé cómo volveré a esa casa. No puedo dormir en las noches pensando una y otra vez los sucesos de ese día. No sé cuánto tiempo he pasado encerrada en mi casa, mi abuela no quiere que salga y es una orden, no se puede discutir. Natasha se vio en la obligación de que tomara mis clases virtuales. Todas las mañanas llegaba personal de la universidad a dejarme mi parte para poder hacer la parte práctica de la clase.

No me ha ayudado en nada estar aquí, nunca presto atención a las clases, no sé lo que estoy haciendo y menos este tipo de cocina. Yelena viene todas las tardes, a ayudarme a visualizar todo. Natasha ha sacado tiempo en las noches para ayudarme a perfeccionar lo que entiendo por sus clases virtuales, nada de esto ayuda.

Una y otra vez, veo el cuchillo en el pecho de mi abuelo, sus ojos mirándome por última vez.
Esto no está bien.

— Mi amor -Yelena tocó tres veces la puerta de mi habitación, he estado sentada aquí más de lo que pienso, jugando con el collar que mi abuelo me regaló de niña- Es momento de irnos, tu abuela llamó que es momento.

— No iré -contesté con firmeza, tragándome las lágrimas- No puedo ir, sería hipocresía de mi parte ver a mi abuela.

— No es para nada lo que piensa tu abuela, Wanda.

— ¡Tú no viste la cara de decepción de cuando habló de que debía mejorar mis poderes! -alcé la voz poniéndome de pie, Yelena tragó seco, siento su corazón latir aceleradamente- ¿Me tienes miedo?

— No se trata de eso -se acercó un poco, pero luego se detuvo- ¿Puedo? -asentí arrepintiéndome de mi actitud hacia ella- Tu abuela sabe que has mejorado mucho, incluso no creo que esté molesta por todo esto. No creo que te culpe, es demasiada responsabilidad cargar con la muerte de tu abuelo.

— Yelena no sabes si eso es cierto.

— Solo hay una manera de saberlo.

Nos marchamos de casa agarradas de mano. No me ha dejado ni un momento sola, pero ha guardado su distancia. Dibujé la runa en la puerta de entrada, Natasha nos esperaba del otro lado, ella sabía lo difícil que todo esto se me está haciendo.

No sé cuál es la insistencia de mi abuela en que se celebre justo aquí, entiendo que todo nuestro aquelarre es puesto a descansar, pero es macabro cuando es el mismo lugar donde sucedió todo. La abuela estaba dándole la bienvenida a los Elders, pero en cuanto me vio, se despidió y comenzó a caminar en nuestra dirección. Estaba espantada del miedo, sabía que era lo que iba a suceder, todo por no aprender a utilizar mis poderes.

— Wanda -extendió los brazos hacia a mí, me quedé helada frente a ella y lo único en que podía fijar mi atención era en sus ojos cristalizados- Hiciste todo lo que pudiste, no sabíamos que esto iba a suceder. Ahora tu abuelo, descansa con los dioses.

Se acercó a mi porque yo ni movía un músculo. Acarició mi espalda, dándome consuelo, el mismo que ella necesita. Apreté mis brazos a su alrededor, desbordando el dolor que traía en el pecho desde hace unos días. No puedo creer que una de las personas que estuvo para mí incondicionalmente, ya no esté físicamente.

— Lo siento tanto, abuela -hablé entre sollozos- si hubiese sido mucho más rápida, solo tal vez...

— Las cosas que están destinadas, simplemente lo están. No hay nada que pudieras hacer diferente para evitar esta tragedia mi niña -besó mi sien- Estoy muy orgullosa de ti por todo lo demás.

Ya luego de un rato, cuando pude calmar mis emociones, estábamos preparándonos para soltar la energía de vuelta a los dioses, la energía que se ha quedado en su cuerpo, aferrándose de manera persistente para poder quedarse en el plano terrenal. Mi abuela hizo el ritual de extracción de energía, depositándola en su objeto favorito, sus lentes hechos pedazos, pero que aún se ponía para leer el periódico todas las mañanas.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora