Estoy nerviosa. Es el primer día de universidad luego de lo que pasó, los padres de Natasha y Yelena estarán allí y lo único que puedo pensar es en que todo fue mi culpa, que tengo que dar la cara, pero que bajo ninguna circunstancia puedo dejarles saber que fue mi culpa. Incluso si intento decirles que tuve algo que ver, pensarán que estoy loca y que pertenezco a un manicomio. Intenté arreglarme varias veces, no lograba conformarme con ningún estilo de cabello, o si debía usar maquillaje para disimular mis ojos hinchados y las noches sin sueño. Al final, terminé con un rodete casi perfecto y un maquillaje ligero que disimulaba un ochenta por ciento mi rostro desfigurado. La institución donde tomaremos las clases es unas cuadras más allá de donde la universidad está, así que tomé el tren, caminé las calles de manera tranquila, pero evitando donde estaba la universidad. No creo que soporte ver todo el desastre.
Al llegar no sabía a dónde dirigirme, al parecer todos estaban igual de perdidos que yo. Al final, casi en la entrada, habían dos de los profesores dando la bienvenida. Había una mesa de inscripción, al parecer algunos estudiantes terminaron saltando fuera del bote cuando todo esto sucedió. No tengo conocimiento si alguien más de allí era de nuestra comunidad, pero si pudiera, también hubiese elegido irme. Firmé mi nombre y detrás de la mesa se encontraba Yelena hablando con sus padres. Inmediatamente, la palma de las manos comenzaron a sudarme e intenté esquivar esta interacción con todo mi ser.
— ¿Wanda? -me vio pasar por detrás de su padre, estaba intentado ocultarme con su altura, pero él se movió un poco dejándome ver caminando toda encogida.
— ¡Oh, Yelena! -las mejillas me ardían de la vergüenza- No quería interrumpir y.... -sabía que estaba mintiendo.
— Te presento a mis padres. Alexei y Melina.
— Es un gusto conocerlos -estrechamos la manos y nos hundimos en un silencio tan incómodo como cuando el Sol te choca en la cara, o vas por la calle y tropiezas frente a tres personas- Si me disculpan, buscaré mi salón de clases.
— Wanda es mí.... -abrí los ojos de una manera que jamás pensé que podría. No pensé que fuera a conocer a los dueños de la universidad y a mis suegros, el mismo día. Qué suerte la mía- Es mi compañera de clases. Iré con ella para enseñarle el nuevo salón.
— Un placer, que tengan buen día -sonreí caminando lo más rápido que pude y no sé si Yelena pudo seguirme el paso.
— ¡Wanda! -la escuché gritar seguida por el eco, confirmado, la dejé bastante atrás- ¡Wanda! Sabes que no me gusta correr.
— No estoy corriendo -giré en el primer pasillo que vi, lejos de todo el bullicio y personas buscando sus lugares.
— ¿Estás bien? ¿Qué sucede? Estás temblando y estás hiperventilando.
Tocaba mi cuerpo intentado que cayera en la Tierra, pero fue casi imposible. Sentía que el mundo daba vueltas mucho más rápido de lo que se suponía, y que todo temblaba sin ningún control. No podía controlar mi respiración y mucho menos mis pensamientos. Las lágrimas nublaban mi vista, por más que quería que se detuvieran, hacían todo lo contrario a lo que yo les decía. No sé cuánto tiempo pasó hasta que pude recoger los pequeños pedazos para medio componerme, recuperé mi postura y recosté mi cabeza de la pared. No recuerdo haber llegado al suelo, pero Yelena estaba a mis espaldas, con mis manos entre sus manos apretándolas contra mi pecho y lo que pensé que era la pared, era Yelena.
Los pasillos estaban vacíos, he perdido la noción del tiempo por no sé cuánto.
— Estoy aquí -susurró a mi oído dejándome ir un poco las manos- ¿Del uno al diez cuánto tiempo necesitas? ¿Y qué necesitas?
— Ya me siento mucho mejor -contesté fañosa por todo el tiempo llorando- Gracias -acurruqué mi cabeza en su hombro.
— No te negaré que me dio miedo -confesó con el tono de voz más gracioso, me sacó una pequeñas carcajadas- pero nunca te dejaré sola, estaré para lo que me necesites y cuando me necesites.
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LA CHEF Y YO
Fanfic- Wanda -intentó tomar mi mano, pero me zafé de su agarre. - Chef Romanoff -subí al tren sin mirarla, hasta que busqué un asiento. Enterré mi rostro en la palma de mis manos intentando ocultar las lágrimas que inevitablemente salieron sin ser llamad...