Abuela

142 18 10
                                    

Levantarme en las mañanas era un desafío extremo. Sabía con exactitud lo que pasaría una vez pusiera un pie en el mundo exterior. Todo el fin de semana quedé en espera de mi abuela, pero nunca apareció. Le tengo mucho más respeto a ella, y por otro lado, Pietro iba y venía. Él sabía muy bien que no podía tenerlo aquí. Loki había insistido demasiado para venir a verme, pero le dije que mis poderes estaban fuera de control y que era mejor que se alejara. El saber que mañana sería lunes corroía cada pequeño pedazo de mi cerebro, Natasha no recordaría nada de mí. Si es que el hechizo funcionó, y si no funcionó, probablemente huyó a internarse en el manicomio.

Todo el fin de semana, pensé en hacer un hechizo de atadura, una de las razones por las cuales desesperadamente quería que me abuela llegara. Aunque sabía muy bien que eso era una ruleta rusa. Todo podía salir mal, pero podía salir no tan mal. Pietro venía cada veinte minutos, no fallaba ni por un segundo, pero tan siquiera hablaba. Solo revisaba que todo estuviese en orden y luego se volvía a marchar, seguía molesta con él, no puedo creer que aún mis padres lo utilicen de esa manera y que él también se deje utilizar.

Llamaron a la puerta, pero no quería salir de la comodidad y seguridad de mi cama. Solo me envolví más en las sábanas ignorando a quien sea que estuviese ahí.

— Es muy rudo de tu parte no contestar cuando llaman a la puerta.

— ¿Abuela? -no pude contener las lágrimas al escuchar su voz- ¡Viniste! -se acomodó en el borde de la cama, solo corrí a sus brazos, cálidos y acogedores, no había otro lugar más acogedor que no fuese los brazos de mi abuelita.

— Te he extrañado tanto -besó mi sien acomodándo mi cabello alborotado.

— Pensé que estarías molesta conmigo -me aferré más a su torso- Dejé que un impuro supiera nuestro secreto por no saber controlarme.

— Y lo estoy -se puso de pie, dejando su bolso en el suelo- Deberías estar de camino al aquelarre, trabajar en tus poderes otra vez, claramente han cambiado y se han hecho más fuertes. Me interesa saber qué fue exactamente lo que sucedió.

- Yo... -recosté mi espalda en el montón de almohadas que hay en mi cama- No sé por donde comenzar -sequé con rapidez unas lágrimas que amenazaban con escapar- Me sentía sola, dejé acumular demasiados sentimientos y la gota de hizo derramar el vaso fue su arrogancia e ignorancia. Fue una mezcla perfecta para hacerme estallar.

— Creí que habíamos hablado de esto. Sabías lo que tenías que hacer si eso sucedía, Wanda -su rostro solo expresaba tristeza con una gota de decepción. Era la niña consentida de mi abuela, su única nieta. Solo se hacía la fuerte conmigo cuando estábamos frente a todos.

— Abuela, lo iba a intentar, pero no pude identificar a tiempo lo que sucedía. Luego espere todo el fin de semana para realizar el hechizo de atadura, pero fue imposible hacerlo sin ti.

— Mi pequeña -se acercó a su maleta rebuscando algo, poco después, tenía en sus manos una pequeña caja- ven, vamos a ayudarte a sentirte mejor.

Caminamos en silencio hasta la sala, mi abuela dominaba muy bien su magia, no tenía que mover ni un solo músculo para conjurar cualquier cosa. Todo el apartamento estaba lleno de velas, pequeños cuarzos blancos que ayudaban con la meditación y la limpieza. Cuarzo rosa para el amor propio y azul para la calma y la relajación. Mi mente ya ataba todo, íbamos a crear un hechizo de atadura para mi magia.

— Cuéntame más sobre qué fue lo que sucedió -mi abuela se sentó frente a mí, mientras preparaba todo.

— Embotellé mis sentimientos -fue lo único que dije.

— Debe haber más, Wanda -rió por la nariz- Te críe por muchos años, te enseñé todo lo que pude, y lo que no, tuviste que aprenderlo en el camino. Como por ejemplo entender tus emociones.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora