Nada es mucho

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Toda la noche di vueltas en la cama sin poder cerrar un ojo. Jamás pensé en que esto fuera posible, ¿abandono por parte de mis padres? No, es una mentira. Es otro truco de quién sea que está moviendo las cuerdas. Esto tiene que acabar ya. Mi vida no es una marioneta que pueden utilizar a su gusto y antojo, me rehúso a ser la débil que se deja manipular para que otros obtengan lo que quieren.

Estaba en el centro, Yelena y Natasha dormían plácidamente a mis costados, por un momento me sentí feliz de que estuviésemos viviendo este momento sin planear, o una pelea de por medio, luego solo miraba un punto fijo en el techo de la habitación intentando no reventar de rabia por todo lo demás que está sucediendo. Aún no logro entender.

Intenté bajar de la cama sin hacer ruido, en el momento justo donde dejaron de sentir el calor de mi cuerpo, se giraron y terminaron las dos abrazadas. Una escena que calentó mi corazón, que se ha ido congelando poco a poco con los sentimientos horribles que siento.

Preparé una taza de té, para calmar los nervios. No puedo explotar, no debo y tampoco quiero. Todo el progreso que he realizado para que se vea afectado por una mentira.

— ¿No puedes dormir?

— ¡Mierda! -solté un gritito al escuchar la voz de la abuela- No puedes aparecer aquí de esa manera, es de madrugada.

— Mi cuerpo físico no está aquí, mi niña. Me has llamado y he venido -tenía su frisa favorita envolviendo su cuerpo, el cabello levemente despeinado por estar sentada en su sillón viendo televisión- ¿Por qué me has llamado?

— No lo he hecho -preparé una taza de té para ella, dejándola en la mesa y sentándome frente a ella en el sillón- No sé si puedes tomarlo, pero te he preparado té.

— Dime porqué estoy aquí, Wanda.

— No lo sé -bajé la mirada a la taza, pasaba mi dedo índice en el borde para calmar mis nervios- La Doctora Harkness... -respiré profundo- Siento que no estás orgullosa de mí y que soy un fracaso.

— No lo eres, Wanda. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, que seas mi nieta.

— Abuela, he pedido demasiado de ti. Nos cuidas desde que somos niños, debería darte devuelta todo lo que me has dado y enseñado. Sin embargo, solo hago que te decepciones y tan siquiera puedo hacer magia de la manera correcta -el ardor me está consumiendo, no quiero llorar frente a ella.

— En primer lugar, cuando es para ti, nada es mucho. Mi amor hacia ti es incondicional, vayas donde vayas, estés donde estés. Hacer magia no es la razón por la cual te amo, te amo por la persona en la cual te has convertido -sonrió levemente- incluso, pasaste mis expectativas.

— Abuela, ¿cómo dices eso si actúas de la manera opuesta? Solo quieres saber quién está detrás de todo esto y te olvidas que no puedo, que no quiero saber.

— Admito que fui un poco dura. Es mi deber velar por el aquelarre -su sombra, que era un poco opaca, como la de un alma, fue cobrando color brillante- se me ha olvidado que eres mi nieta, y que no has pedido nada de esto. Entonces, te alejé, pero eso no quiere decir que te amo menos, Wanda. Te alejé porque te amo y porque sabía que no era lo que querías.

Se sentó a mi lado, ahora está aquí, apretó mis hombros y luego me apretó contra su pecho. Mientras, nos movíamos levemente, es su manera de reconfortarme, lo hace desde que soy niña.

— Lo siento mucho -no pude retener las lágrimas, el dolor me está consumiendo y es momento de dejarlo ir- nunca quise lastimarte. Nunca quise hacerle daño a nadie.

— Mi vida -alejó mi rostro, secando las lágrimas con el pulgar- nada de lo que has hecho es porque quieres hacer daño, no está en tu naturaleza. Solo has sufrido y todo el dolor lo guardas tan lejos, que se te olvida que está ahí. Se nos olvida soltar todo lo que nos hace mal, pero pronto todo cambiará, te lo prometo -volvió a pegarme a su cuerpo- No olvides que nunca harás algo por lo que te deje de amar.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora