Café

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— ¿Natasha? -contesté con la voz un poco temblorosa, no sabía lo que significaba que dijera mi nombre de esa manera.

— ¿De dónde salió la confianza para que me llame por mi nombre? -sentí un poco de alivio ante su contestación, pero esto me dejaba sin ninguna carta para poder jugar.

— Usted me llamó por mi nombre -la voz se me entrecortó un poco, inhalaba profundo buscando calma dentro del mar de nervios que era en estos momentos- Solo quería saber si estaba bien... la noto muy... ¿estresada? -bajé la voz en esa última palabra.

— Lamento que lo hayas notado. Estos días no me he sentido muy bien, y nadie parece ayudarme a recordar qué fue lo que pasó exactamente -yo si puedo, pensé- Solo quiero saber porqué sigo teniendo estos... ¿sueños? es la única manera que puedo explicarlos, pero es más bien como si un evento traumático fue borrado de mi cabeza.

— Yo...

— Lo siento, no quiero aburrirte con todo esto que suena bastante loco -abrió los ojos asintiendo con una sonrisa casi invisible.

— La entiendo, Chef Romanoff -ahora que la tengo cerca, todo parece tan normal, solo le hicimos daño a alguien que no tiene nada que ver con nosotros ni nos quiere hacer daño.

— ¿Sabes los sueños de los cuales sientes el miedo, la tristeza, todas las emociones, pero no logras descifrar? Siempre sueño con la misma mujer, pero no logro ver su rostro. Incluso el sueño que me da más temor es uno donde el cuarto solo se enciende de un color rojizo y solo siento miedo.

— Uhm... -miré a todos lados, jugué con mis manos un poco, mis pies se sentía inquietos, un hormigueo se apoderó de mí, cortando incluso las palabras. Se me hizo un nudo en la cabeza y tan siquiera podía articular ni una sola palabra. Ni una sola mentira para poder decirle- ¿Quiere ir a tomar un café y hablar de esto?

— Eso no sería apropiado -recogió sus cosas tomando su mochila y sus llaves.

— Solo es un café, no haremos nada malo -sonreí- pero entiendo el porqué. Solo espero que pronto se recupere. Que tenga buen día.

Salí del salón de clases aún sin creer lo tonta que me debí de ver, con mi intento inútil de salir con ella para saber más. No sé si ese sea el ángulo correcto. No sé cómo formular un plan dentro de un plan existente. Podría intentar acercarme a Yelena más, ir a su casa o algo parecido, pero Yelena es mi amiga, jamás rompería su confianza, además, no debo estar tan segura de Yelena tampoco, no sé si ella sabe algo.

— ¿Wanda? -Natasha venía corriendo detrás de mí, traía su pelo despeinado, debió correr bastante rápido.

— ¿Está bien? -además de estar despeinada, el pánico recorría su rostro de alguna manera indiscreta.

— Sí, solo corrí un poco. ¿Te gustaría ir por ese café?

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Todos los días era la misma rutina, arreglarme más de lo normal, desayuno con mi abuela, y luego hacer un recuento de todo lo que estaba pasando con Natasha, lo que me contó de los sueños, que volvió a ocurrir lo de los ojos y que no lograba ver mi rostro en los sueños. Le expliqué lo del café y pregunté sobre cosas de las que se supone que hablara, lo cual se me hace imposible porque sé que mis nervios y mi miedo se van a apoderar de mí.

— ¿Nadie más logró ver sus ojos? -preguntó, anotando algo en su libreta

— Le pregunté a Yelena si notaba algo extraño, pero no. Logró fingir muy bien o solo estaba desviando mi atención -tuve que admitirlo, ella a lo mejor estaba mintiendo para salvar a su hermana- pero... todos la estaban mirando. Alguien debió haberla visto.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora