Me había quedado perpleja con toda la información que mi abuela me había dado. Jamás comentaron que yo era la bruja escarlata, pero ellos lo supieron, o mejor dicho, lo supusieron al ver que no podía manejar mis poderes al igual que mis compañeras. Además, era más que obvio, cada vez que me salía de control lo primero que era visible es el color escarlata. Sabían que no estaba lista, aún no lo estoy. Esto no es trabajo para una persona de dieciocho años. Es un poder más viejo que mis ancestros que no se cómo manejar, que tan siquiera dejaron un manual de instrucciones para saber cómo tomar los controles. Cada día que pasa, esto se vuelve más que un desastre.
— Llevas días perdida en tus pensamientos, a este paso terminaré siendo la número uno de la clase -extendió un vaso de café sentándose a mi lado.
— Solo me gusta hacerte creer que tienes ventaja -sonreí débilmente apoyándome en su hombro, respiró profundo y prolongadamente.
— Wanda -el sonido de mi nombre en sus labios era un sabor agridulce. Le había dicho que no podía corresponderle, pero su constante presencia asegurándose que estuviese bien, saber si tomé el desayuno o si solo quería ver una película en silencio... me ha hecho sentir cosas. Con Natasha era un constante no sé lo que está sucediendo, con Yelena es... no sé lo que es. No puedo confundirme más en estos momentos. Solo estaba siendo mi amiga. Pasó su dedo indice en mi mejilla, suave y sutil, cerré los ojos al contacto. Levantó mi cabeza colocando sus dedos al rededor de mi mentón haciendo que quedase a su altura, el color avellana me enredó de una manera que no podía descifrar, debe ser mi mente jugando trucos de muy mal gusto. Solo estaba cansada y confundiendo aún más todas mis confusiones.
— Quisiera que sintieras realmente de la manera en que me estás mirando ahora mismo. Sé que me has dicho que no puedes corresponderme, y también sé que es por Natasha...
— Yelena -susurré apretando los ojos.
— Solo escucha... jamás te obligaría, pero no sé cuanto más pueda soportar -pegó su frente a la mía
— Y yo te dije que no sentía nada, pero estos días ha sido diferente -me acerqué a sus labios lentamente, su respiración pesada chocaba con mis labios, intenté rozarlos, pero ella estaba distante.
— Buenos días -aclaró su garganta. Yelena y yo nos alejamos, miré hacia otro lado porque no sabía si tendría el valor de mirar a Natasha a la cara, la había alejado completamente porque no entiendo aún si yo representaba un peligro para ella o ella para mí. Estaba más que segura que lo poco que vivimos fue una total mentira.
— Natasha -contestó Yelena de mala manera.
— Necesito hablar con Wanda, si se puede -su presencia alborotó la magia en mi amuleto. Algo que no había pasado antes.
— ¿En que te puedo ayudar? -no moví mi mirada para nada.
— A solas...
— Terminamos esto luego, Wanda.
La mochila de Yelena hizo un un ruido horrible con la brutalidad en la que se marchó, también creo que empujó el brazo de Natasha a propósito. ¿Qué estoy haciendo? No logro entender mis sentimientos, y en este juego pondré en peligro su relación de hermanas, algo que no quiero que suceda.
— Ya puedo entender porqué no contestas los mensajes -se sentó a mi lado.
— Natasha, no es por eso. Es que no sé cómo responder a un montón de imágenes de libros viejos que no hacen ningún sentido.
— Solo podías responder al mensaje y yo solo contestaba explicando la información que conseguí.
— ¡Es una locura, Natasha! -apreté los dientes- ¿Cómo vas a pensar que tiene que ver con cosas fuera de este mundo?
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LA CHEF Y YO
Fanfiction- Wanda -intentó tomar mi mano, pero me zafé de su agarre. - Chef Romanoff -subí al tren sin mirarla, hasta que busqué un asiento. Enterré mi rostro en la palma de mis manos intentando ocultar las lágrimas que inevitablemente salieron sin ser llamad...