Sangre

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Luego de salir de la ducha, Yelena seguía dormida. Decidí preparar algo de comer para poder hacer el trabajo, mientras nos llenábamos la panza.

— Es inevitable no despertar con estos olores -Para no tener noción del tiempo, despertó mucho más rápido de lo que me imaginé- Además de esta vista espectacular -acarició mis caderas hasta abrazar mi cintura pegándome a su cuerpo.

— ¿Dormiste bien? -tenía una sonrisa tonta en el rostro.

— Pude haber dormido mejor si hubieses estado a mi lado -dejó un beso en mi hombro- No sé cómo puedes estar despierta como si nada, anoche no dormimos nada.

— ¿Y de quién fue la culpa? -reí sonrojándome de solo recordar sus manos recorriendo mi cuerpo, el roce de la piel envuelta en capas de sudor.

— Okay -levantó la manos al aire- lo acepto, es mi culpa -rió recostándose del fregadero- Pero no puedes negar que lo disfrutaste -hizo una mueca súper graciosa.

— Eso ya es otra cosa -reí tendiéndole un plato- lleva esto a la mesa, por favor.

Ella sin refutar lo tomó y fue a su lugar, poco después me senté a su lado, mientras ella leía uno de los libros. Comimos mientras, leíamos en silencio, ya cuando casi terminábamos el trabajo, comenzaron a tocar la puerta de entrada con insistencia, demasiada insistencia. Yelena y yo intercambiamos miradas, fui yo quien fue a abrir la puerta.

Natasha estaba roja, agitada, parece que ha corrido hasta aquí. Las palabras se le entrecortan en los intentos fallidos al hablar rápido. Se recostó del marco de la puerta mirándome, casi suplicando que solo la siguiera.

— ¿Qué está sucediendo? -la ayudé a apoyarse- Natasha, por favor. Me estás asustando. ¿Has corrido hasta aquí? -solo asentía, escribió algo en mi mano, pero no logro entender qué es lo que dice- No comprendo -comencé a desesperarme, ella volvió a intentarlo- ¿La abuela? -volvió a asentir.

— ¿Qué está sucediendo? -Lena estaba a mis espaldas, pero no había visto a Natasha porque estaba agachada- ¿Nat? -pasó a mi lado para mirarla- ¿Qué te sucede? ¿Necesitas ayuda?

Natasha extendió sus manos para volver a escribir en la palma de mi mano con su dedo.

— Natasha no... -Hizo click en mi cabeza- Tengo que ir a casa de mi abuela.

Busqué las cosas lo más rápido que pude, Natasha seguía componiéndose en la puerta de entrada y Yelena me ayudaba a recoger lo demás. Tan rápido como pude dibujé la runa en la puerta, pero no quería acceder, el nerviosismo hizo que las manos me temblaran demás haciendo que la runa no saliera como se suponía. Respiré varias veces y las lágrimas amenazaban con debilitarme. Sentí la mano de Yelena posarse en mi espalda baja, dándome el soporte que necesitaba. Natasha se veía mejor, puso su mano en mi hombro haciéndome entender que también está aquí sin importar qué.

Pude dibujarla mejor, y cobro ese iluminado distintivo dando entender que ha funcionado. Abrí la puerta con temor de lo que me encontraría. Está igual de calmado que siempre, pero hay cierta pesadez en el ambiente. Esto no es bueno, mi abuela a descubierto algo. Caminamos hasta la parte trasera, estaba buscando a mi abuela, y con quien me topé fue con los integrantes de nuestro aquelarre. Ya esto se fue de no ser bueno a ser malo. Que todos estén aquí significa solo una cosa, hay una amenaza.

Después de saludar a algunos integrantes que no veía hace mucho, presentarle a Yelena y a Nat, lo cual fue más ameno de lo que espera. No es bien visto que los impuros sepan de nuestra existencia. Mi abuela debe haber tenido algún peso en eso, porque incluso los Elders parecían tranquilos con su presencia.

— Familia y amigos -la voz de mi abuela se escuchó seguido de un relámpago que hizo que retumbara todo a nuestro alrededor. Yelena se sostuvo de mi brazo, es la primera vez que ve este tipo de cosas- Tenemos noticas acerca de quién ha querido hacernos daños.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora