Natasha estaba desnuda a mis espaldas, acariciando mi pecho desnudo, mientras mordía mi oreja. Su miembro duro contra mi espalda solo pedía a gritos llenarme y yo solo quería exactamente eso. Mi centro estaba húmedo, listo para ser llenado por completo, bajé mi mano para posarla en su cabeza y al quitar las sabanas vi a Yelena con la comisura de sus labios y punta de la nariz brillantes por mis fluidos. Mi vista recorrió su rostro hasta llegar a sus senos, muy diferentes a los de Natasha, pero son perfectamente bellos, combinaban perfectos con el color de su piel. Mire al espejo, las dos seguían metidas en lo suyo, Yelena llenándome con su lengua y Natasha recorriéndome con sus manos y estimulando mis senos.
Caí sentada en la cama, con la frente llena de sudor al igual que las manos, que apretaban con fuerza la sabanas. ¿Qué coños fue eso y por qué estoy toda mojada? Me opongo, no del todo, pero me opongo.
Tomé una ducha de agua fría para bajar la calentura de un sueño inalcanzable. Estaba preparando para ir con mi abuela a buscar lo que sea que estemos buscando para ver los recuerdos que involucran a Natasha. Que recuerde solo ha complicado más las cosas y no solo porque me pone contra la espada y la pared, si no porque su actitud contra mi sobrepasaba los limites de lo pendejo. No encontraba un sujetador que fuera bien con la blusa que quería ponerme, cuando iba a rendirme lo encontré colgando en el perchero de la puerta del cuarto y en el suelo, un destello brillante llamó mi atención.
Era un amuleto redondo, en el medio una figura con el mismo traje que me vi en aquella vitrina. Comenzó a llamar mis poderes de una manera que no podía controlar, lo tiré al suelo y todo pareció acabar. Marqué el número de mi abuela porque ya estaba hasta la coronilla de gente inestable queriendo hacer daño.
— ¿Dónde lo encontraste? -la abuela tenía sus lentes puestos revisándolo bien.
— Detrás de la puerta, Natasha debió tenerlo aquel día, tan pronto lo tuve en mis manos mis poderes se salieron de control.
— Intenta no desenfocarte, ella parece querer cooperar -mi abuela colocó en amuleto en una caja que prevenía que se activara cuando estaba cerca.
— ¿Y si todo es mentira y en realidad solo quiere acercarse para hacernos daño? ¡Tan siquiera pueden entender sus recuerdos!
— Para eso, vamos a buscar en los libros. Vamos, llegaremos tarde.
Mi abuela se detuvo frente a la puerta, dibujó unas runas. Aprender el significado de las runas es importante, hay algunas para atraer magia, protección o en este caso llegar a lugares. Para eso, el lugar donde quieres llegar debe tener su runa ya dibujada. Llegamos a donde usualmente se llevaban acabo las reuniones del aquelarre. Caminamos por el patio principal, lleno de arboles, arbustos, y flores de todos los colores. El viento acariciaba mi cuerpo. Aquí todo era un poco más mágico, la magia brotaba del suelo, del viento, del Sol, incluso de los cimientos de la estructura porque en el fondo, estaban todos los objetos sagrados de nuestro aquelarre.
El suelo tembló debajo de nuestros pies, unas escaleras se abrieron y los faroles que guiaban por el largo pasillo se encendieron, la abuela tocaba las puertas con una sonrisa en el rostro. Creo que extraña demasiado estar aquí, sin embargo por obligación debe estar en Paris velando a su nieta descarrilada, la pródiga y la única que puede salvar a las brujas.
— Aquí están los libros, no sé qué exactamente buscamos, pero al verlo, lo sabrás -dio tres palmaditas en mi espalda y desapareció en el pasillo.
Ante mis ojos se encendían un millón de luces, puedo jurar que son muchas más que esas, y las hileras de libros eran aún peor, se seguían extendiendo con cada paso que daba.
— ¿Cómo demonios voy a saber qué libro es? -di dos pasos más deteniéndome en seco. Recosté mi cuerpo de uno de los estantes vencida, incluso sin haber comenzado esto se sentía como una batalla perdida.
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LA CHEF Y YO
Fiksi Penggemar- Wanda -intentó tomar mi mano, pero me zafé de su agarre. - Chef Romanoff -subí al tren sin mirarla, hasta que busqué un asiento. Enterré mi rostro en la palma de mis manos intentando ocultar las lágrimas que inevitablemente salieron sin ser llamad...