Oveja negra

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Recosté mi cuerpo de la ventana, soltando un gran suspiro al ver que ya se estaba alejando.

— ¿Algo interesante en la ventana? -estaba justo en mi espalda.

— ¡Yelena! ¡Pero que mierda! Me mandarás a la tumba -giré con la mano en el pecho y el corazón retumbando una y otra vez fuertemente contra mi cavidad torácica.

— Grité varias veces, pensé que te habían matado -le restó importancia a su propia preocupación- Además, muero de hambre, el sushi está en la cocina.

Salió de mi habitación como Juan por su casa, salí a paso ligero tras de ella. Examiné con determinación todo, corroborando que nada estuviese fuera de lugar. Recogí mi filipina de una de las sillas, tirándolo a mi cama para que no estuviese visible. Al cerrar la puerta Yelena, estaba detrás de mí.

—Me quieres muerta -pude ocultar mi espanto un poco mejor.

— Soy muy sigilosa, por eso suelo notar cosas que nadie más -su tono me preocupó un poco, fue como si supiese específicamente un secreto mío. Y mi mayor secreto en este momento, es que me cojo a su hermana. Mi mirada pasó mucho más allá de su hombro, la filipina de Natasha reposaba encima del mueble- Sabes... -dio pequeños pasos militares frente a mí- puedo descifrarte -estaba muy segura de ella misma- Sé que escondes algo -entornó los ojos en busca de alguna expresión, dentro de mi nerviosismo no puedo saber si notó algo, caminó hacia la cocina, mirando las fotos que tenía pegadas a la nevera, corrí lo más sigiloso que pude escondiendo la filipina debajo de uno de los cojines- ¡ESO ES!

— Yelena tengo vecinos -me sudaban la palma de las manos, si sabe lo de Natasha y lo mío, que lo escupa de una buena vez.

— Eres la niña rica que sale del país con el dinero de sus padres -asintió complacida con ella misma, tomó dos de las bandejas de sushi que había comprado y las colocó en la mesa de la sala- Traje de todos, no sabía cual escoger.

— Tal vez no soy la única niña rica -señalé la calidad del sushi- ¿Algo que decir sobre eso? -dividí los palitos chinos frotándolos para aplacar las astillas.

— Atrapada -asintió en derrota- nadie debería comer sushi de mala calidad, a puesto a que sabes lo que hablo -tomó un pedazo saboreándolo.

— Lo único en que he gastado mucho dinero es en mis estudios, nunca he sido de las niñas ricas mimadas -mordí el sushi probando cada sabor y textura- Mierda, si es buen sushi.

Estuvimos todo el rato charlando de la universidad y de las diferentes cosas que considerábamos de la definición de ser "niñas de papi" o "niñas mimadas". Incluso, comentó que tenía una hermana mayor, que ella si era mimada y la consentida de la familia. Claramente habla de Natasha.

— Te vuelves la oveja negra cuando eres diferente -golpeó su libreta lentamente con el bolígrafo que tenía entre sus dedos varías veces.

— Entiendo perfectamente lo que dices -anoté algo más en mi libreta y alcé la mirada, se veía triste- ¿Quieres hablar de ello?

— ¿Eres la mayor o la menor? -mordió la mitad de su labio de la manera más cómica que he visto- No haría sentido que fueras la mayor, no entenderías lo que es ser la menor.

— Técnicamente soy la menor.

— Define -entornó los ojos buscando la mentira.

— Tengo un hermano gemelo, Pietro. Es trece minutos mayor que yo -reí por la nariz sonriendo.

— Válido, válido -cerró su libreta de sopetón- Obviamente soy la menor, la rara y más alocada.

— Entiendo -cerré mi libreta para prestarle toda la atención del mundo.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora