Bruja escarlata

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Al momento de abrir mis ojos, el Sol molestaba más de lo usual. Vi varias siluetas a mi alrededor, pero no pude identificar quienes eran. Intenté ponerme de pie, pero solo sentí varias manos volver a acomodarme en una especie de silla.

— ¿Cómo te sientes? -conozco esa voz.

— Vaya pregunta. ¿No ves que se ve del culo?

— Jamás pensé que te extrañaría tanto -sonreí débilmente, aún sin poder ver.

— Solo fue un día, pero entiendo, mi presencia es lo mejor que le puede pasar a... ¡Todos!

— Eres muy humilde, Yelena -sonreí, mientras sentía sus brazos rodearme.

Hubo un silencio, me sentía cómoda en sus brazos, era un pequeño rincón seguro que no había experimentado desde Natasha, desde que Pietro dejo de ser... mi hermano. Se sentía cálido de una manera diferente.

— ¿Por qué estabas en la calle?

— Me comencé a sentir mal, realmente no sé qué me está sucediendo. Creo que me dará un resfriado, pero me siento mucho mejor -mis ojos se ajustaron mejor a la claridad, vi los ojos saltones de Yelena, escaneando mi rostro buscando alguna mentira- ¿Natasha? -detrás de Yelena, observaba nuestro pequeño abrazo.

— La misma -contestó sin más.

— Debo estar viendo muy mal -parpadeé varias veces, pero no, veía a la perfección- ¿Tiene el pelo... rojo? -hablé al oído de Yelena.

— El rubio era solo de farmacia, ya sabes, la faceta de adolescente tardía.

— ¡Al fin apareces! No vuelvas a hacer eso, Wanda.

— Pietro, estoy bien -giré los ojos, mientras Yelena me ayudaba a ponerme de pie- Te puedes marchar, estoy bien -volví a repetir.

— No puedo creer que seas tan necia -estaba molesto, mucho más de lo normal. Por alguna razón no sentía nuestra conexión.

— Pietro, ¿cuál es nuestra comida favorita? -pregunté, mientras estiraba mi mano hacia Natasha y Yelena. Solo quería romper este collar para volver a tener mi magia, no me sentía cómoda. Este no es Pietro.

— ¿¡Qué demonios importa?! ¡Vienes conmigo ahora!

Intentó halarme del brazo, pero Natasha forcejeó con él por un momento, hasta que dejó de apretarme. Sus dedos se marcaron al rededor de mi muñeca, Yelena estaba aferrada a mi brazo muerta del miedo.

— ¿Qué coños pasa? -Natasha le hizo frente, y Pietro no echó hacia atrás- No es manera de tratar a tu hermana.

— No sabes lo que estás haciendo -rió de manera sarcástica- Es mejor que te alejes o saldrás lastimada.

— Eso lo veremos ahora.

Natasha y Pietro estaban peleando, Natasha esquivaba todos los golpes de manera profesional, lo que no contaba es con la súper velocidad de Pietro, la cual sabe utilizar de manera impecable, sin que nadie se de cuenta. El primer golpe se lo da justo en la nariz, Natasha seca la sangre, regándola más por su rostro, Pietro está riendo de manera perversa. Esta no es su manera de ser. Natasha lanza un golpe que Pietro esquiva, pero no vio venir el de la derecha, que cae justo en su ojo derecho, y el próximo en su boca.

— Pietro Maximoff -era la voz de mi abuela, el cielo comenzó a tornarse gris y el viento movía las hojas del suelo- Continúa tu camino.

Pietro le sonríe con la boca sangrienta y su pelo plateado alborotado, cambié la mirada en el momento que se giró hacia mí. No quería hacer contacto visual con lo que sea que está tomando el control del cuerpo de mi hermano.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora