Cenizas

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Desperté en mi cama, bien acomodada, y sin ningún rastro de hollín. Mi cabello sí olía a quemado, y el chichón detrás de mi cabeza estaba matándome. Llevaba una camisa larga, que llegaba a la mitad de los muslos. Abrí la puerta de la habitación, haciendo que Natasha y Yelena saltaran de la sala inmediatamente.

— Dime que puedes escuchar, el paramédico dijo que podía ser de la explosión, hay que llevarte al doctor para que corrobore -corté sus palabras antes que siguiera espabilando.

— Lena... -arrugué la nariz ajustando mis odios al tono alto de su voz- Te escucho alto y fuerte -corrió para abrazarme, apretando demasiado fuerte mi cuerpo adolorido- ouch.

— Lo siento -alejó sus manos de manera rápida dejándolas al aire- lo siento, todo fue tan aterrador -creo que jamás la había visto al borde del llanto, sus ojos rojos por aguantar las lágrimas, y su labio inferior moviéndose.

La abracé con más fuerza, solo entonces dejó que sus lágrimas se desbordaran. Confirmo que fue una experiencia escalofriante y que si yo tuve miedo, no puedo imaginar qué fue lo que pasó por su cabeza en esos momentos. Intentó tranquilizarse, pero se le hizo imposible por un tiempo, me quedé ahí, apretándola en mi pecho hasta que se sintiese segura, que he vuelto como le prometí y que jamás me iría por decisión propia.

— Estoy aquí, Lena -alejé su rostro para secar las lágrimas- He vuelto como te prometí.

— Wanda, la universidad se desmoronó encima de ti. Nadie sabe cómo fuiste capaz de salir de ahí.

Miré a Natasha, con su brazo izquierdo por debajo del derecho, mientras que en su mano derecha descansaba su mentón envuelto en la palma de la mano. Se veía devastada y con gran razón, el esfuerzo de sus padres ha sido destruido, y todo por mi culpa.

— Lo siento tanto, sé que ha sido mi culpa y en todo lo que pueda ayudar -tragué seco, las lágrimas amenazaban por salir con mucho ímpetu- Sé que llegué a sus vidas haciendo un garabato sin sentido...

— Wanda, no es tu culpa -intervino Natasha- Ya sabemos que esto no es nuestra culpa y que solo intentamos sobrevivir. Tu abuela se ofreció a ayudar, lo cual me estuvo raro.

— ¿Ayudar de qué manera? -aún tenía a Yelena entre mis brazos, como un bebé que necesita protección.

— A restaurar la universidad. Con magia.

— Es imposible que mi abuela haya dicho eso, sería muy sospechoso. Esto está en todos los noticieros del país.

— Lo sé -desvió su mirada hacia la televisión, que no tenía ningún sonido, pero pasaba una y otra vez las imágenes de la universidad hecha pedazos.

— Sé que esto puede sonar insensible... ¿qué sucederá con las clases? Hay muchos alumnos de intercambio y que han viajado para poder entrar aquí...

— Y mi prioridad son ellos, Wanda. Las clases continuarán de manera virtual y la universidad se encargará de enviarle los materiales semanales y pagar un porciento de los útiles. Estoy trabajando eso con mis padres, que deben llegar en cualquier momento. Sé que te preocupa continuar con tus estudios, pero lo que te ha sucedido... deberías tomar un tiempo para ti.

Natasha caminó hacia mí, dio dos palmaditas encima de mi hombro, y besó mi mejilla para luego marcharse. Yelena aún seguía pegada a mi pecho, su llanto ya era nulo, pero no quería soltarme.

— Estoy bien -volví a recordarle- Ya estamos a salvo -acaricié su espalda.

— ¿Lo estamos? -preguntó algo molesta- Porque ayer no parecía ser así y esto parece no querer acabarse nunca, Wanda. No estoy molesta contigo, que quede claro, es con ellos, y con ellos me refiero a no sé quién. Sé que me has dicho que no quieres involucrarme, pero esto ya ha pasado a grandes ligas.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora