A la noche, cuando Natasha se marchó, salí de mi habitación para tomar un té. Mi cabeza había hecho un mapa de todos las conexiones habidas y por haber de todo esto. Estaba noventinueve por ciento convencida de que está era la respuesta.
— A penny for your thoughts?
— Pensarás que estoy loca -jugaba con la bolsa de té en la taza de agua caliente -solo me miró, indicando que le dijera- ¿Recuerdas cuando vi las memorias de Natasha?
— Jamas podré olvidarme de ese día, pensamos que te quedarías en el mundo de los sueños.
— En el sueño donde Natasha haló de mi mano, tenía unas runas muy parecidas a las que encontré en un libro que hablaba de la profecía. No logré encontrar nada más -apoyé mi cabeza en la palma de mi mano.
— Eso solo confirma una cosa... Natasha es solo un peón.
— ¿Segura, Natasha? ¿Quien portaba un amuleto que saca mis poderes de control? Además, ¿cuál es el punto de todo esto?
— Sigo creyendo que es inocente -se encogió de hombros dándome a entender que este era el final de este tema- Levantar el velo -contestó más que confiada unos segundos después.
— ¿Eso no nos perjudica más? ¿No es mejor que las cosas se queden como están hasta ahora? Es así y se nos hace muy complicado vivir entre los cazadores y brujas de magia negra. ¿Qué les hace pensar que ahora es el momento para que los impuros sepan de nuestra existencia?
— Todas tus interrogantes son validas mi niña, pero no poseo explicación o contestación para ninguna.
Toda la noche busqué conexiones entre toda la información que tenía, pero a lo único que pude llegar fue, a que Natasha es igual que yo. Solo somos colaterales en un juego que no entendemos, y del cual no sabemos cómo salvarnos. Debe haber una parte que desconocemos, hay una clave, la que tenemos que averiguar para que todo esto encaje. En la mañana, solo era un saco de carne, no había podido pegar un ojo pensando en esto, y mi cara lo decía todo. Esto es peor que los combates cuerpo a cuerpo con mi padre y aprender a controlar mis poderes ahora que los tengo de vuelta. Aunque, ya sabemos que no fue en lo absoluto mi culpa que se salieran de control en primer lugar, todo esto es un plan perfeccionado del cual aún no tenemos ni idea cuál sea el objetivo.
— Dichosos los ojos que te ven -sentí el peso de su cuerpo a mi lado- No supe de ti en todo el fin de semana.
— Lo siento, estaba ocupada -suspiré.
— ¿En cosas de brujas y eso? -habló en mi oído, pero luego bajó hasta mi cuello dejando un pequeño beso.
— Yelena -sonreí sonrojada.
Natasha no acababa de llegar al salón de clases. Realmente me toca los cojones no saber qué hace, y que estemos en esta situación extraña donde nos volvemos rivales. El salón de clases estaba vacío, Yelena cerró las cortinas quitándose la filipina, no llevaba camisa, solo un sport bra negro.
— ¿Qué haces?
— Dándote lo que quieres hace mucho.
Enredó mi pelo en su mano, recostando mi torso en la mesa fría. La puerta se abrió y Natasha se quedó mirándonos sin decir nada. Después de un momento, cerró la puerta y dibujó una runa en la perilla, era para que nadie pudiese abrirla. ¿Qué coño? Yelena me sacó de los pensamientos cuando bajó mis pantalones junto con mi ropa interior, mordía mi espalda, y mi trasero de forma suave. Un pequeño gemido escapó de mí. Delante, Natasha comenzaba a desnudarse, su miembro erecto estaba muy cerca de mi cara. Con dos dedos levantó mi cabeza por el mentón, poniéndolo en mi boca, en ese momento Yelena introdujo su lengua en mi intimidad, mientras me sujetaba por las caderas.
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LA CHEF Y YO
أدب الهواة- Wanda -intentó tomar mi mano, pero me zafé de su agarre. - Chef Romanoff -subí al tren sin mirarla, hasta que busqué un asiento. Enterré mi rostro en la palma de mis manos intentando ocultar las lágrimas que inevitablemente salieron sin ser llamad...