Agridulce

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Desde aquel día Natasha y yo nos hemos mantenido alejadas, pero hay algo que se reparó desde que enfrentamos a la muerte. No hemos hablado de eso, pero tampoco hay una necesidad de hacerlo. Aún con nuestro plan en marcha, y la fase uno no se ha dado por terminada.

Comencé a ir a clase con más frecuencia, aunque me ausentaba en ciertas ocasiones, para darles a entender a todos que algunos días solo me apetecía no ir porque no me sentía bien. Retomé las sesiones semanales con la Doctora Harkness, a quien no le he dicho nada de mi plan y espero poder contener con todas mis fuerzas todo lo que vi en esos túneles de piedra.

— Es bueno tenerte aquí hoy -sonrió ampliamente.

— Me alegra mucho volver a verla, Doctora.

— ¿Cómo te has sentido estos días? Has dejado de venir a terapia.

— La verdad no me he sentido muy bien. Hablé con la abuela para pasar ciertos días en casa, poder descansar, y regresar con más ganas -mentir no se me daba muy bien, pero quiero que esto salga bien, es justo y necesario.

— Es bueno que tomes tiempo para ti, reconozcas tus necesidades. ¿Te parece si comenzamos la terapia conectando con tus recuerdos?

— No creo que esté preparada para eso. No puedo volver a revivir mi dolor -y era cierto, pero también me aterraba que viera todo lo que he vivido estos días. Que no es para nada lo que estoy dándole a ver al mundo.

— Y es completamente aceptable, Wanda. Podemos explorarlo más adelante, pero tu abuela insiste en que hagamos este ejercicio. Dice que te haría bien -hizo una pausa prolongada y un tanto incómoda- Yo como tu terapeuta concuerdo con ella, es una forma de explorar tus sentimientos.

— Se lo agradezco, Doctora.

Salí de allí con prisa, disimulando mis ganas de irme. Natasha me esperaba en casa, con todas las fotografías de nuestra noche en los túneles, se las he dejado todas encima de la mesa de la cocina. Intenté recordar alguna historia vieja, de esas que me contaba mi abuela, buscando alguna pista que encaje con todo lo que vimos allí, pero hasta ahora mis esfuerzos han sido escasos.

Me detuve en el restaurante italiano que está cerca del apartamento, me estaba muriendo de hambre, y dudo mucho que Natasha tenga ganas de cocinar algo después de estar todo el día enseñándonos.

— ¡Natasha! -grité cerrando la puerta- Traje comida. Del restaurante italiano de la esquina.

— No sabía que Natasha y tú ya podían verse a la cara.

— Abuela... -estamos fritas, nos ha descubierto. Mierda, mierda y más mierda- ¿Qué haces aquí? Me hubieses avisado que vendrías, para comprarte pasta. Puedo darte de la mía si quieres.

— ¿Dónde estabas hace dos noches? -preguntó con seriedad, buscando intimidarme. Lo estaba logrando, pero no daría mi brazo a torcer tan fácilmente.

— Estaba aquí, no había salido para nada. Ya sabes que no me sentía bien -puse cara de fastidio.

— Hace dos noches escuché ruidos en el patio trasero.

— ¿Las brujas de nuevo? -me alarmé de manera espontánea, por un momento olvidé que fuimos nosotras, pero para mí sorpresa la abuela parecía estar cayendo en la trampa.

— No sabemos aún, por el momento te pido por favor que estés al pendiente y que trates de no salir mucho de casa. Sé que tienes cita con la Doctora Harkness y tus clases, pero...

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora