Compañera de clases

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No podía dejar de mirar como sus músculos estaban tensos, lo levemente ajustados que esos pantalones quedaban a su cuerpo. Quitó el gorro de chef y lo puso en su escritorio, tenía el cabello levemente despeinado y una linea roja de tanto tiempo que llevaba con el gorro puesto.

— Espero una respuesta -me sacó de mis pensamientos.

— No sé a lo que te refieres -debía seguir con su juego.

— Wanda, te pedí explícitamente que cambiaras de salón de clases. Esto no puede seguir sucediendo -estaba irritada.

— Llegué un poco tarde, no tuve tiempo de cambiarme de salón de clases.

— Iré yo misma a cambiarte de salón de clases con el director. ¡Esto es inaceptable!

— Es inaceptable ahora, porque el día que estabas en mi cama te pareció una maravilla -estaba tocándome los nervios y no me iba a ir sin hacérselo a ella.

— Las cosas cambiaron, Wanda -se puso de pie frente a mí- No puede volver a suceder -su mirada recorría mis labios para luego posarse en mis ojos.

— ¿No puede o no quieres? -me acerqué a su cuerpo- Porque yo sí quiero, podemos arreglar esto. Nadie se va a enterar.

— Wanda -la escuché decir en el momento que mis manos rodearon su cintura, uniendo nuestros cuerpos- No es lo mejor.

— Entonces, solo dame un beso de despedida. Y me marcharé. -subí mi mano por su espalda hasta llegar a su cuello, jugué un poco con su cabello, hasta que poco a poco se fue inclinando hacia mis labios.

Junté mis labios con los suyos, solo nos quedamos ahí. Solo un beso tierno de despedida, al momento de alejarme me acercó más a su cuerpo, intensificando más el beso. Sentía la mesa de metal en mi trasero, no sé como habíamos llegado aquí. Entrelazó sus dedos en mi cabello y en el momento en que puso su mano en mi muslo la puerta comenzó abrirse. Levanté mi mano evitando que la abrieran. Natasha trató de arreglarse el cabello y de inmediato fue a ponerse su gorro para disimular. Si nos encuentran aquí juntas no sería lo mejor, incluso podría traernos problemas. Tomé mis cosas y por un momento me quedé inmóvil, no podía desaparecer sin explicación, pero no tengo dónde esconderme, a menos que me esconda en el almacén que está en la parte trasera del salón de clases. Prácticamente desaparecí del lugar, en ese mismo momento dejé de sostener la puerta.

— ¡Pero qué mierda! -era la voz de la fastidiosa de Yelena.

— Debe haberse atorrado -Natasha, miraba a todos lados, pero obviamente no pudo encontrarme- Lo siento, podía haberte ayudado, pero estaba organizando el inventario.

— Sí -contestó de manera dudosa- Estás algo roja, debe ser todo el calor que hace aquí. Además -escuché sus pasos entrando más en el salón- Tienes que estar molestísima con Maximoff.

— Sí, ajá -comenzó a reír nerviosa- Es mi primera vez como profesora o instructora, lo que sea, no sé manejar estas cosas, pero llegó tarde y quería saber si todo estaba bien -trató de restarle importancia, pero Yelena estaba en modo cacería.

— ¿Eso es todo, Chef Romanoff? -podía imaginármela, diciéndolo en tono burlón y con su sonrisa de oreja a oreja.

— Yelena -dijo su nombre en modo de regaño- Vámonos, mamá y papá deben hacer su llamada pronto.

Escuché como caminaban alejándose cada vez más. ¿Mamá y papá? Tiene que ser una jodida broma, la rubia toca cojones es hermana de la otra rubia toca cojones. Se niega a estar conmigo porque estoy en su mismo salón de clases , pero ¿su hermana también está aquí? No hace ni un pelo de sentido. Al menos, me besó de vuelta, sé que nada de esto está perdido. Salí de mi escondite, el límite de magia estaba sobrepasado por hoy, caminé por los pasillos en la dirección opuesta por donde siempre ando, no quería encontrarlas a ninguna de las dos. Sería muy sospechoso. Aún así, utilicé la puerta trasera, donde quedaban todas las oficinas administrativas. Fuera de la oficina de los directores, estaban las dos. Hablando amenamente por la computadora, sonriendo ampliamente, pero su sonrisa desapareció al verme y las personas con las que habla parecieron notarlo, Yelena alzó su mirada, pero logré esconderme detrás de una de las paredes. Poco después salí corriendo, tenía que llegar a la estación del tren y por supuesto, tenía que llamar a Pietro.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora