Si, Chef

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Realmente la conversación no duró mucho, sí había entendido lo que acababa de decir, pero no pudimos hablar mucho después de todo eso, realmente esperaba una patada por el trasero y un hasta nunca. Ya no estudias en la universidad de tus sueños y volverás a America con la ilusión de lo que pudo haber sido. Pero solo podía pensar en el dolor pulsante en mi trasero, se lanzó contra mí dejándome pegada a la esquina, mientras desesperadamente nos besábamos, pasé mis piernas por su cintura para calmar el dolor, ella estaba super metida en sus asuntos porque ni siquiera sintió que intentaba moverme para calmar el dolor. Luego de un par de besos más, se detuvo, se quedó unos segundos mirando a la nada y se puso de pie sin dar explicaciones.

— Natasha -intenté llamarla para sacarla de sus pensamientos- Natasha -volví a repetir, me miró aún perdida- ¿Estás bien?

— Nos vemos mañana, por favor -se giró sin expresión alguna, era un papel en blanco- No llegues tarde a clase.

Se marchó sin dar más explicaciones, esta ha sido de las interacciones más extrañas que he tenido en toda mi vida. ¿Qué significaban esos besos? ¿Tendría que cambiar de salón de clases? No lo creo, me acaba de decir que no llegara tarde, entonces sigo asistiendo a su salón, pero aún no me explica que es todo esto, en la mañana me pelea y me dice que tengo que hacer el cambio, y en la tarde llega a mi casa sin avisar a besarme sin más para luego levantarse como un zombie e irse sin explicar qué significa que en Francia la mayoría de edad para tener sexo es quince años. Cerré los ojos respirando profundo, conté hasta diez para calmar los nervios y la ansiedad de saber qué es todo esto.

Iba a darme una ducha y mi cabeza no dejaba de dar vueltas, no logro entender. Me detuve a medio pasillo y me giré directo a la cocina, busqué el bote de helado de chocolate con una cuchara, levitar me ayudaba a pensar, era como un tipo de meditación y cuando envolvía helado era uno de mis pasatiempos favoritos. Podría llamar a Pietro, pero no tengo más información de la que le he dado, debo esperar a mañana. Tal vez tenga chance de preguntarle de que va todo esto y porqué es tan rara. No es que su cambio repentino me favorezca, pero sí es algo preocupante. Tener una aventura a escondidas era lo que lo hacía divertido. Todos mis pensamientos iban acorde con mis sentimientos, hasta que recordé porqué estaba aquí, la universidad. Me había comprometido con mis estudios, en mis planes no estaba enrollarme con una extrañada, comenzar la universidad y que resultara ser que mi profesora es con quien me enrollé hace unos días. La ansiedad empezó a subirme desde los pies, terminé el bote de helado mucho más rápido de lo que hubiese preferido, y me quedé en una completa crisis existencial.



Día siguiente

Me desperté temprano, mucho más de lo usual. No sé cómo sería lo que sea que esté pasando con Natasha y necesitaba ir preparada.  Arreglé mi cabello de maneras distintas, la mayoría del tiempo lo llevaba suelto o en un rodete, me funcionaba bastante bien para las clases cuando tenía el cabello recogido, pero decidí esta mañana hacerme un moño alto, ponerme un poco de delineador en los ojos y un lápiz labial casi invisible. Debatí conmigo misma frente al espejo varias veces si utilizar algún tipo de sombra, pero no estaba muy convencida, iba a clases no a una fiesta.

Me detuve en la café, pedí un latte doble para poder despertar, había pasado toda la noche pensando cómo sería el día de hoy, creo que por eso también quería maquillarme para poder disimular un poco la hinchazón debajo de los ojos. Además, pedí mi croissant relleno de chocolate, súper calientito y delicioso, lleve dos más y dos cafés. Tenía que dar impresiones muy buenas. Llegué a la universidad puntual, quería dejar su café encima del escritorio sin que se dieran cuenta. El otro era para la odiosa de Yelena, que aunque no supiera quien soy, tenía que caerle bien y ella a mí.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora