Esta no eres tú, Wanda.

126 16 15
                                    

— Wanda, no tenemos tiempo para eso ahora -se acomodó en el borde de la cama.

— Entonces, ¿Cuándo, Natasha? No hemos podido ni hablar de lo que sea que está sucediendo aquí. Creo que me debes explicaciones -mis palabras salieron más rudas de lo normal.

— ¡Esto no podía suceder! -apretó sus dientes haciéndolos casi rechinar- ¡Estamos aquí porque no podía sacarte de encima de mí!

Mi cuerpo estaba a punto de fallarme, podía sentirlo con cada choque de electricidad que recorría mis manos hasta la punta de los dedos, cuando comenzaba a sentirlo por la espalda, ya no había vuelta atrás. Es la mejor manera en la cual puedo describir mi magia desbocada, intentando salir. Por muchos años practiqué para poder salir a la sociedad, no es sencillo entender algo que te fue concedido sin un manual de instrucciones. Mi cuerpo se tensó, respiré profundo varias veces, estaba a punto de estallar en color escarlata y ese sería el final del secreto familiar. Ahí se cumpliría la profecía y me vería en la obligación de huir y la familia de Natasha saldría en primera plana, junto con ella por una tragedia sin precedentes o explicación.

— So...lo -mis palabras se entrecortaron, sabía que si decía algo más, solo la iba a herir y sería mucho más de lo que ella me ha herido a mí, señalé la puerta en varias ocasiones para que se marchara de mi vista.

— Wanda, no quise decir eso -intentó rodearme, pero solo giré mi cuerpo, mis ojos estaban en llamas, quería acabar con ella, era todo lo que la magia deseaba y estaba a ley de nada de dejarme seducir.

Seguía señalando la puerta sin decir nada, sus pasos fueron aplacando detrás de mí, el silencio de la habitación me consumía, junto con el poder que sentía. Podía borrarle la memoria o bloquear sus recuerdos, acabaría con todo esto, pero sabía muy bien que eso repercutirá en mí, me quedaría sin mis poderes. Quizás mis abuelos me deshereden de todo lo que han estado anhelando que algún día sea mío. Sin pensarlo dos veces traicionaría a mis padres por borrar todo lo que ha pasado con Natasha, pero con mis abuelos es una historia diferente. A pesar de que mis padres han estado ausentes, siendo poderosos en el mundo de los impuros, algo hicieron bien, dejar a mis abuelos a cargo de mi educación de bruja, mi participación en nuestro aquelarre y mi educación mundana, todo lo que soy se los debo a ellos.

— ¡TE HE DICHO QUE TE MARCHES! -levité envuelta en un tono rojizo, la madera crujió debajo de los pasos apresurados de Natasha, al llegar a la puerta de la habitación resbaló cayendo. Apoyó su espalda y con sus manos temblorosas me señalaba.

— ¡No me hagas daño, por favor! -lloraba desconsoladamente, logró salir de la habitación y detrás de ella salí dispuesta a borrar su memoria, la ira me nublaba la vista, pero los sentimientos de culpa e impotencia me consumían cada vez que me acercaba a ella- ¡AYUDA! -volvió a caer al suelo, estaba suplicando que no le hiciese nada.

Por un momento me quedé allí, observando como suplicaba y entendí que toda mi vida me he privado de ser feliz porque realmente soy un monstruo. Lo he sido desde pequeña, por eso la atención de mis abuelos fue mayor de la que le daban a Pietro, incluso hasta los otros brujos del aquelarre. No merecía ser feliz cuando había sido hecha para ser una máquina de guerra y yo solo quería ser una niña normal.  Mis abuelos concedieron ese deseo, pero mis padres solo me dieron la espalda. Toda esta angustia y dolor me había convertido en una horrible persona, y ahora sería peor. El último rayo de esperanza y felicidad que creía tener con Natasha, estaba apunto de apagarlo para siempre.

Decidida a borrarle la memoria, comencé a conjurar.

— Lo siento tanto -sollocé, mientras intentaba decir las últimas palabras. La puerta de entrada abrió a toda prisa, mis padres estaban de pie junto a Pietro con cara de enojo y decepción, mucha más de la que estoy acostumbrada a ver- ¿Pietro?

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora