Hola hermosa

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No era broma cuando dijeron que esto era un plan. En lo que va de semana toda mi familia ha venido a argumentar porqué es buena idea que vaya a una terapista. Dicen que tal vez desbloquee el miedo que hay en mí, lo entienda de una manera que me ayude a controlar y transformar mis poderes. No les creo ni un pepino. Ya el orden iba por mi madre, la cual sabía que haría caso omiso y en vez de entablar la conversación descorchó una botella de vino mientras comíamos queso y jamón mirando las estrellas.

— Tu padre no vendrá -dio un sorbo de vino- Dice que eres una adulta y que tú solo puedes decidir qué hacer. Concuerdo con él.

— Por fin personas que respetan mis decisiones y no me hacen sentir como una completa idiota -reí recostando mi cabeza de la silla.

— Lo que no creo es que corras con esa suerte con Yelena -rió por la nariz para ella- Esos cinco pies de estatura sí que tienen potencia.

— De la única manera que doblegaría -mordí mi labio inferior haciendo que mi madre pusiera cara de asco -es broma, pero no creo que pueda cumplirles ese deseo.

— No es un deseo, cariño. Es tu bienestar, me preocupa más que no puedas pensar bien, sentirte bien, porque tus poderes se nutren de tus emociones. ¿Sabes lo que pasaría si se salieran de control?

Eso me dejó toda la noche pensando. Si mis poderes se salieran de control, podría aniquilar a millones, podría extinguir el Planeta Tierra si me lo dispongo. Eso me llevó a un lado obscuro, este poder no es mío. Es de alguien malévolo que quiere apoderarse de no sé qué, nadie debería poseer este poder. Tengo que usar un hechizo de atadura para no utilizarlos más. Incluso este poder puede tener vida propia y por culpa de él están sucediendo estas cosas, el poder quiere dominar el mundo.

Toda la noche tuve sueños horribles, yo envuelta en color escarlata, pero tan siquiera era yo. Era un vacío más grande que un abismo sin fin, con el deseo incontrolable de dominar, de alimentarse del miedo, y de arrasar con todo lo que se interponga en su camino. Faltaba Yelena, sabía que venía en camino, la esperé paciente con el té preparado y sus galletitas. Sé lo mucho que le encanta y no se puede resistir.  No dejé que tocara a la puerta cuando la abrí con magia.

Me miraba atenta con la mano aún en el aire.

— Sabías que venía.

— Te estaba esperando -señalé el té.

— Puedo explicarlo, pero por el tono de irritación en tu voz puedo asumir que seré la última persona a la que enviarás al carajo -se sentó frente a mí- Hola hermosa -sonrió y continuó hablando- pero puedo argumentar todas tus preguntas. Si tú ganas no irás a ningún lado, y si yo gano... deberás ir. ¿Aceptas?

— Nunca pierdo -extendí mi mano y ella la apretó con fuerza.

— ¿Por qué no quieres ir?

— No lo necesito -contesté de una.

— Puedes contestar mejor que eso -bufó dándole un sorbo al té, cerró los ojos saboreándolo- Te daré otra oportunidad.

— No lo necesito -repetí con seguridad.

— Yo lo que veo es... una persona con miedo a su potencial -iba a argumentar su tonta respuesta, pero continuó ella- Le tienes miedo a tu poder, que tienes que ser tú quien enfrente este mal que jugó por muchos años con Natasha y contigo. Válido -asentí, por fin concordábamos en algo- Le tienes miedo al daño, a lo desconocido, pero estás muy determinada en saber cómo funcionan tus poderes. ¿Cómo quieres saber cómo funcionan tus poderes si no abrazas lo que te regalaron? O tu perdición... sé que lo piensas a veces.

Sentí un poco de miedo con lo certera que fue con sus palabras. Esculcó en mi cabeza de manera impecable, no hay manera que esta mujer en una vida pasada fuera una bruja o que estuviese engañándome y era ella quien quiere mis poderes porque ella no tiene ninguno. Sacudí mi cabeza intentado hacer desaparecer los pensamientos idiotas.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora