Dulce

86 14 3
                                    

— Aquí estás -Yelena traía las mejillas levemente rosadas, creo que ha estado corriendo por un buen rato. Se detuvo para recobrar la compostura- ¿También estás con el rubio? Bueno, al menos es lindo, pero no me habías dicho que eres bisexual.

— ¿Yelena? -preguntó Pietro, riéndose.

— Yelena -asentí riéndome- Te presento a mi hermano Pietro, Pietro esta es Yelena, mi... ehh, mi... -me he quedado helada, no sabía qué decir, ¿Es mi amiga? ¿Mi novia? No, novia no puede ser. No hemos hablado de eso, y solo hemos salido una vez. Demasiado pronto, demasiado rápido y...

— Somos amigas -contestó sonriendo, mientras observaba cómo me volvía un ovillo al lado de Pietro.

— Amigas -asentí, tragando seco.

— Aquí las dejo -se puso de pie, sacudiendo el sucio de las manos- Fue un placer -se dirigió a Yelena- Por favor, no le rompas el corazón a mi hermana... aunque sea ella quién lo hará contigo, y por favor, hagan algo con esta tensión sexual, acabaran con media humanidad cuando por fin estén a solas -lo golpeé levemente con mi pierna y él se quejó- En cuanto a ti, pórtate bonito y nos vemos en la próxima crisis familiar.

No dejó que contestara, cuando se echó a correr y la cara de Yelena valía millones.

— ¿Tiene.... -miraba a todos lados intentando encontrarlo- super velocidad?

— No sabemos porqué nació así, la magia se refleja muy diferente en él -tomé su mano para que se sentara a mi lado- ¿Estás bien? -aún se veía perpleja, como si fuese difícil de creer. Cree en brujas, pero en súper velocidad no.

— Tiene súper velocidad -asintió en diferentes ocasiones súper seria, haciendo que me diera un ataque de risas.

— No es gracioso -intentaba reírse, pero no podía, aún estaba muy sorprendida- ¡No es gracioso, Wanda! -intentó reír nuevamente, pero solo me daba más risa, y ella solo me observaba en mi ataque.

Se fue acercando poco a poco, mientras mi risa cesaba, solo me miraba con detenimiento como si fuese lo más precioso que existiera.

— ¿Estás teniendo otro glitch? -reí leve.

— No -contestó firme- Es muy fácil perderme en tu mirada, eres el universo entero. Si solo pudieras verte como yo te veo... tan plena y feliz. Me encanta verte sonreír y que olvides por unos momentos lo duro que ha sido.

— ¿Cómo lo haces? -busqué el calor de su mirada.

— ¿Qué exactamente? -se quedó fija observándome.

— Ser tanto...

Mojó sus labios acercándose a mi. Solo cerré los ojos para sentir el caliente de sus labios sobre los míos, es una sensación que me atrapaba, y me deja aturdida de la mejor manera. Es un extásis de sentimientos y emociones que hacen que mi vida cobre colores que jamás imaginé.

— ¿Quieres ir a casa? -mordí me labios cerca de los de ella, aún tenía los ojos cerrados, pero imaginaba su rostro perfectamente, solo quería ignorar su mirada pícara y que dijera algunos de sus chistes.

— Pensé que jamás me lo pedirías.

Tomé mi mochila y su mano, busqué la puerta de un callejón para dibujar la runa de mi apartamento, es un camino muy largo en tren. Aunque estaba sorprendida de todo lo que acababa de ver, solo se dejó llevar. Dejé mis cosas en el asiento para rodear su cuello con mis brazos, ella inició el beso, y tiró su mochila en el suelo. Eran besos tiernos sin ningún segundo motivo, solo era la sensación de pertenencia y tranquilidad que ambas buscamos cuando estábamos cerca. Nuestra burbuja perfecta dentro del caos de nuestras vidas. Chocamos con la puerta de mi habitación, pero ni por un segundo despegamos los labios. Desabotoné su filipina para poder tener contacto con su cuerpo, solo quería sentirme amada por ella con cada roce que tenían nuestras pieles.

LA CHEF Y YODonde viven las historias. Descúbrelo ahora