02. Diablo

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El alfa dominante ingresó a la sede de RBR hecho una furia. Intimidando a la mayoría de los trabajadores presentes con su aroma.

—¡¿Qué nadie puede hacer su trabajo correctamente?! —Vociferó molesto.

El humor colérico del neerlandés correspondía (en parte), a que su monoplaza falló y perdió potencia en la última vuelta.

—¡Agradezcan que fue un entrenamiento! —Gruñó bastante irritado.

—Parece que alguien no está de humor —Su voz es melodiosa, sin embargo, hay un deje de temor en esta.

Max mira al lugar donde provenía la voz agregada. Sus pupilas se dilataron casi amenazantemente.

—Fuera de mi vista —Demandó.

Sergio enarcó una ceja.

—Lo siento chiquillo explosivo, trabajo aquí y también tengo que entrenar —Pasa a su lado sin temor a ser lastimado u amenazado por el contrario.

Pese a que estaba acostumbrado a lidiar con las rabietas del más joven, jamás le había visto tan irritado. Admitía que le alteraba un poco, mas hacer uso de los supresores mantenía al margen y aún dormido a su omega.

—No creo que por mucho tiempo —Contradijo el de tez pálida.

Checo se detuvo en seco, viró a verle con una sonrisa en el rostro y una ceja enarcada. Mostrando parte de sus emociones que no trasmitía verbalmente.

Los trabajadores presentes percibieron la densidad de las feromonas del corredor neerlandés, ocasionándoles dificultad para respirar adecuadamente.

—¿De qué hablas?

—Creo que ya debiste darte cuenta, Sergio —Dio tres pasos más en dirección del tapatío, acortando peligrosamente la distancia entre ambos — Tú estúpido e indignante secreto salió a la luz. Medio mundo sabe que Sergio Pérez es un omega y no falta mucho para que todos sepan que eres un fraude — Escupió sardónico e irritado el alfa dominante.

Checo mantuvo la compostura milagrosamente.

—¿Has finalizado?

Max tensó la quijada. Odiaba que Sergio fuese tan rebelde e incontrolable, no le agradaba que el mexicano tuviera tanta madera para responderle y no doblegarse fácilmente ante él.

—Escucha Max —Suspiró — Hice un contrato con Red Bull, no contigo. Somos compinches y esperaba que algún día fuésemos amigos — Su voz deja entrever una cautelosa decepción — Ahora veo que los rumores eran ciertos. No quería creer en ellos, pero parece que es verdad.

—No debiste.

Checo esbozó una sonrisa sin brillo.

—Claro. Ahora veo lo ingenuo que fui —Miró a los trabajadores quienes parecían estar clavados al suelo por el temor infundido que les provocaba el humor del joven Verstappen.

—Largo de mi vista.

—Sólo una cosa más —Clavó sus orbes de tono avellana en los zafiros del más alto — Si continúas por el camino que tú padre se ha dedicado a pulir para ti en contra de tus propios deseos y sentimientos, terminarás mal. No serás capaz de borrar su imagen jamás — El mayor se alejó finalmente, dejando al menor con un muy mal sabor de boca y humor.

El rubio se obligó arduamente no ir detrás del mayor para gritarle y hacerle otra escena de ira. Eso u empotrarle contra una pared y enseñarle a que debería temerle por su bien.

Porque él no era cualquier sujeto.
No. Él era Max Verstappen.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora