44. Sergio Pérez

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Nota: la multimedia es magnífica.

Restregó la punta de su nariz por el hombro del contrario, deleitándose con su exquisita fragancia dulce que no le parecía, en lo absoluto, empalagosa

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Restregó la punta de su nariz por el hombro del contrario, deleitándose con su exquisita fragancia dulce que no le parecía, en lo absoluto, empalagosa.

Sergio gimoteó con suavidad.

—Iré a preparar la ducha, Checo —Anunció meloso el neerlandés. Depositando otro beso sobre su piel.

El mexicano exhaló con tranquilidad, se giró sobre su mismo lugar y abrazó al de hebras rubias.

—Aún puede esperar. Quédate un momento más —Farfulló levemente ronco como consecuencia de su prematuro despertar.

Max percibió ese exquisito aroma a caramelo regresar a su omega, entendiendo aún más la actitud del contrario.

Solecito, ¿por qué no montas a tu alfa? —Encuesta seductor y lascivo.

Checo se tensa involuntariamente, un intenso escalofrío electrizante recorre desde las puntas de sus dedos de las manos hasta sus pies. El tapatío reparte dulces caricias a los pectorales fornidos de su pareja, haciéndole recostar sobre su espalda una ocasión más.

—La ducha puede esperar —Sergio sonríe. Aún sin lograr espabilar enteramente, el mexicano se posa a horcajadas sobre el regazo y pelvis del neerlandés, percibiendo la tibieza de aquella zona estamparse contra sus glúteos.

Max asiente. Embobado en la exquisita y perfecta imagen que sólo Checo podría obsequiarle.

El alfa percibe el lubricante natural del omega sobre su longitud, quien comienza a retorcerse con maestría para despertar aún más a su miembro.

—Pareces ansioso —Manifestó con suficiencia y deleite el neerlandés.

Sergio dirige su mano izquierda hacia el interior de sus glúteos, introduciendo dos de estos sin un preámbulo previo. Sí, estaba ansioso.

El omega relame sus labios, ignorando olímpicamente las palabras del alfa debajo suyo y encargándose a estimular un poco antes de poner la grande virilidad de Max dentro de su cavidad anal.

Sergio quería sentir a Max.
Pérez anhelaba una ocasión más, la marca de Verstappen.

El mexicano jamás había sido tan dominante y demandante en la cama con respecto a lo que anhelaba o quería, ya que, comúnmente solía ser moderado y cuidadoso. Pero en esos precisos instantes sólo pensaba en el contrario como su alfa y manada, ansiaba de su atención.

Y era entendible.

Su omega había sido resguardado durante años. Era su primer manada no consanguínea. Era su destinado. Y estaba cambiando su rango.

—Piensa en dónde tendremos un hogar, Maxie —Pronunció entre cautelosos suspiros. Sergio sacó sus dedos de su interior cuando acostumbró un poco su cavidad, tomó el miembro erguido y duro de Max y lo alineó entre sus glúteos.

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