35. Querido Mónaco

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El viernes llegó demasiado pronto, obligando a cada uno de los pilotos y trabajadores de la F1 a continuar con su vida. Sin poder detenerse más, sólo avanzar.

Cada piloto se encarga de subir a su respectivo monoplaza, acomodándose correctamente y dejando que los ayudantes terminaran de dar los últimos arreglos a cada auto.

Sergio se sintió nervioso.
Hace un año logró ganar el Gran Premio de Mónaco de una manera espectacular y especial, pero al día de hoy, era otra historia.

Lo recuerda muy bien pese a sentir ese momento como un sueño ya lejano. Esa sensación de esperanza, de un intenso confort que le recordó quién era y de lo capaz que podía ser sin importar nada ni nadie, de lo intrépido, luchador y valiente que en realidad era e ir contra todo pronóstico.

Recordaba cómo su corazón palpitaba con fuerza rítmica y constante, lo tembloroso de sus piernas y lo sudoroso de sus manos, el nudo de fuego que se formaba en su garganta y las lágrimas que comenzaban a picar mientras eran contenidas en sus ojos, todo, absolutamente todo, lo guardaba muy bien dentro de su memoria y espíritu.

Pero ahora estaban allí.

Un año después y en la primera prueba del circuito de Mónaco. Sergio inhaló hondo para después exhalar toda su ansiedad largamente, intentando quitarse de encima el nerviosismo.

—Tranquilo Chequito, enfócate —Farfulló para sí mismo. Dándose un apoyo moral.

Pronto los monoplazas fueron acomodados en las cajas de salida uno a uno, quedando perfectamente en sus posiciones. Checo miró por el retrovisor al auto que iba detrás suyo, regresando al poco su atención hacia delante y sintiéndose lejano a aquella realidad, poco sensible y receptivo a ésta.

Parpadeó un par de veces para calmarse y reintegrarse, y cuando fue hora de estar a la expectativa de las luces rojas, se afianzó al control delante suyo mientras tragó en seco.

Necesitas hacerlo bien, pensó el mexicano. Bien no es suficiente.

Y las luces brillaron en el clásico verde que les daba la pauta para salir de sus cajas de posición y comenzar a correr.

Todo inicio bien, pero no de maravilla. Los pilotos se esquivaban, aceleraban y frenaban de vez en cuando para pasarse y ganar un puesto más cercano al primero, pero las cosas se salieron de control cuando en la primera vuelta del circuito, Checo perdió el control de su monoplaza.

Intentó controlarlo.
Pero el control no daba, no marchaba como él deseaba.

Y lo que se esperaba ante una situación así, sucedió.

"¡Y Sergio Pérez choca en la primera vuelta contra la pared de contención!", narra el locutor de uno de los programas que se encargaba de trasmitir la carrera de Mónaco "Eso sin duda será una bandera amarilla", menciona lo obvio el segundo locutor, con cierta decepción. "No sólo eso, esto será una mancha para el historial de desempeño de Checo y sin duda, no podremos verlo correr", el primer narrador puntualiza con cierta lástima.

No sería sólo una mancha en su historial, no sólo era una excelente excusa y ventaja para algunos hombres del paddock para denigrar, minimizar y atacarlo, sino que también era la gota que derramaría la inseguridad y desconcentración de Sergio sobre la pista.

Era una lástima ver cómo uno de los pilotos más experimentados dentro de la F1, lentamente sería saboteado ahora no sólo por su propio equipo, sino también por él mismo.

El punto de quiebre mental perfecto para que Jos Verstappen y Helmut Marko entrarán nuevamente en la ecuación.

Lo siento, lo siento tanto —Fue lo único que se alcanzó a escuchar en el radio de comunicación de Sergio hacia el paddock de Red Bull Racing.

Y pronto bajó del monoplaza con ayuda de algunos trabajadores de la FIA, los cuales se cercioraron que su estado estuviera lo mejor posible ante una situación y crisis como la que sufrió.

El omega recesivo intentó mantener la calma y no sollozar allí mismo. Era un adulto y enfrentaría las cosas de diferente forma, aún cuando llorar parecía querer taladrarle los ojos y la garganta por salir de su cuerpo.

No le daría el gusto a nadie.
Ni siquiera a él mismo.

Checo regresó hasta donde Red Bull, queriendo que la tierra lo tragase en esos precisos instantes y nunca volver.

Imbécil. Atinó a recriminarse una sola ocasión, pero la suficiente para dolerle y clavarse en el fondo de su alma y cabeza.

—Eso fue un estúpido error —Jos Verstappen reprochó — Si hubieses estado concentrado como se debía, entonces seguirías corriendo, Checo — Puntualizó con severidad y molestia.

Algunos trabajadores del paddock observaban con cierta intensidad la escena. Dejando que el hombre y padre de Verstappen hiciera lo que quisiera.

—Bien, es suficiente Jos —La inconfundible voz de Christian resuena en el lugar — Soy el único que puede llamarle la atención a los pilotos, incluido tu hijo —Horner detiene la escena de Verstappen.

—¿Acaso dirás que no fue su error?

—No lo niego. Eso nos costará mucho, pero también recuerda que es con su monoplaza con el que probamos —Se cruzó de brazos por encima de su pecho, serio.

—Es el segundo.

Y Sergio clavó su mirada en el alfa y padre de Max.

—Quizás no debería ser más así —Horner asevera desafiante.

Jos frunce el ceño ante las palabras del contrario.

—Míralo, le han dejado correr como si fuese el primer piloto. Aseguran darle la oportunidad, pero cuando es hora de hacer perfectas estrategias para él —Esboza una sonrisa ladina incrédula y de mofa — No lo toman en cuenta. Ustedes solos se contradicen — Se ríe disgustado — Hagan bien las cosas y no a medias — El alfa y patriarca de los Verstappen se da la media vuelta, dejándolos allí solos, regresando a la tarima junto a los demás para cerciorarse del desempeño de su hijo.

Sergio quitó el casco, la balaclava y por un momento cubrió su rostro con la palma de su mano. Jos Verstappen tenía un punto, por más que quisiéramos negarlo.

—Fue un error... —Horner inicia — Pero no es nada que no pueda modificarse — Le observa al de hebras azabaches.

Checo le mira expectante.

—Ve a que te den un chequeo médico, tus pupilas están dilatas y respiras más arrítmico de lo habitual —Aconseja demandante, pero sin ser demasiado imponente para evitar dañarle o asustarlo.

Christian —Intenta no dejar relucir su voz quebrada y ronca, pero es imposible.

—Está bien, Checo. Estas presionado, cualquiera en tu lugar lo estaría y muchos... no lo soportarían —Le da una suave palmada moral y amistosa en el hombro a Sergio — Come un poco y espera a que el auto esté nuevamente en condiciones para que puedas probarlo — Recomendó pasivamente.

Sergio asintió.

—Hasta luego —Se dio la media vuelta y le dejó allí, con el alma escurriéndose entre sus dedos como si fuese agua y cada que se estrellaba contra el suelo, se quebraba.

Checo se dio la media vuelta y se encaminó hacia con el médico de cabecera de Red Bull. Helmut.

Definitivamente era uno de los últimos hombres al cual le encantaría ver. Pero debía.

Oh querido Mónaco. Quién diría que sería el meteorito que extinguiría la tranquilidad y traería consigo el caos.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora