34. Max Verstappen

6.8K 664 312
                                    

Sergio y Max habían tomado el siguiente vuelo que les llevaría a Mónaco. Y ninguno de los dos volvió a toparse con Jos Verstappen en Miami.

Cuando el alfa dominante intentó preguntar por su padre, se enteró que había salido una hora antes del hotel y llevado al aeropuerto junto a los pocos trabajadores que quedaron en Miami. Definitivamente le dejó en claro que ni siquiera deseaba ver en pintura a su propio hijo y aquello le decepcionó, sintiéndose demasiado rechazado por el mayor.

Intentó no pensar en ello ni siquiera dentro del avión, pero era difícil. Después de todo era su padre y el hombre que le cuidó, que le guió y le acercó al lugar en donde más se ha sentido satisfecho a pesar de todo.

Sabía que era un hombre que erraba y de educación un tanto rígida. Pero lo amaba sin importar lo duro que a sido llevarle el ritmo.

Cuando descendieron en el aeropuerto de Mónaco, supo que debía enfrentar a su padre de una buena vez por todas, hablar de frente y como personas maduras y de su edad. Intentaría coincidir con él, siempre y cuando respetara sus decisiones y elecciones.

Se hospedaron en el hotel para los pilotos y CEO's especialmente dedicado para esas fechas, ambos por separado. Después de todo su relación continuaba siendo privada aún dentro del círculo de sus allegados.

Ya tendrían tiempo de abordarlos y comentarles, pero ahora sólo querían ir por pasos.

—Max —Sergio le llamó un poco enajenado en su plató de alimentos. El apetito se le había marchado después de sobrepensar las cosas como él lo había hecho.

El neerlandés despegó su mirada de sus alimentos y la postró en el tapatío.

Deberías conversar con tu padre —Aleja su mirada del plato, encarando a Max y uniendo sus cristales con los zafiros del más joven.

El alfa ladea un poco la cabeza, inconscientemente.

—Creo que... —Y antes de finalizar, se ve interrumpido por la estruendosa voz de George y Lando.

—¡Checo! —Corren hasta su mesa al localizarlos.

El mexicano sale de su ensueño, dando un pequeño salto sobre su lugar y mirando en dirección de los británicos.

—¡Max! Gracias a dios están juntos —Lando respira arrítmico, posa su mano sobre su pecho para intentar autorregularse.

—¿Por qué corren? —Sergio siente a su omega removerse. Como si le intentara advertir.

—Es Charles.

Max y Sergio se miran entre ellos, confundidos y con un deje de preocupación. Ambos pilotos de RBR se levantan inmediatamente de su asiento, dejando sus alimentos a medio comer y permitiendo que George y Lando les guíen sin problemas.

—¿Qué ocurre?

—Aún no sabemos —Russell se encoge de hombros, preocupado — No ha querido abrirnos la puerta, pero sabemos que no marcha las cosas bien — Puso al tanto — Sólo nos pidió una cosa.

—Quería que fueras, Checo —Lando dobla a la izquierda presuroso, presiona el botón del ascensor repetidamente como si aquello fuese a apresurar su descenso.

—No lo haces lo suficientemente rápido, Lando —George le empuja y pica aún más rápido el botón. Desesperado.

—Basta, oigan —Max interviene — Basta — Sostiene a Russell por los hombros.

Su acción parece ser hosca, pero en realidad es más un mecanismo de apoyo que regresa a George a la realidad y le aleja de su crisis nerviosa. Las puertas del ascensor se abren en par.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora