43. Marca

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Sus manos yacían encima de sus pectorales, mientras que él se removía tortuosa y exquisitamente sobre el miembro de Max.

Sergio quería encargarse del trabajo.

—Oh bien. Así está genial —Afianzó su agarre sobre las caderas del tapatío.

Sergio continuó con sus movimientos oscilatorios y algunos cuantos vaivenes sin detenerse a pensar sobre lo necesitado, excitado, lascivo y apetitoso que se veía para los ojos de Max.

No tenían ni quince minutos que habían comenzado con aquel encuentro que iba más allá de lo excepcional. Era claro que su enamoramiento siempre los estimulaba a hacer el amor, pero aquella ocasión, era más que eso.

Sergio cabalga como un experto. Sus belfos pintados en un natural carmesí y húmedos se entreabren cuando la estimulación comienza a aumentar.

Oh, o-hg —Suspira suaves gemidos cuando continúa empujando sus glúteos hasta el final del miembro de Max, estampándose contra sus testículos con moderada fuerza.

—No te sobre esfuerces —Demanda un tanto gutural. Agobiándose con la propia sensación de ardor a la altura de su garganta.

Sergio le estaba llevando al extremo. Max ayuda a retorcer las caderas del tapatío, provocando cierta enajenación y obsesión en aquellos movimientos sobre su pelvis.

El tapatío continuó con sus vaivenes, esto mientras se aferraba a los pectorales del rubio y mordía su propio labio inferior. Montando a Max cómo a su instinto le venía en gana.

—Ca-carajo —Bramó. El neerlandés dejó ir la cabeza hacia atrás, embelesado.

Max cerró los ojos con rudeza, percibiendo a su lobo en la superficie y tomando el control de su cuerpo. Sus orbes brillaron en un rojo pasional intenso, lascivo.

Sergio no se quedó detrás, pero un chillido a gusto se escapó de sus labios.

El alfa dominante intentó reincorporarse, pero el omega recesivo le detuvo siquiera antes de apoyarse sobre sus codos.

Quieto —Ordenó contundente.

El lobo de Max bufó. Sergio aumentó la velocidad de sus vaivenes.

Ang-ngh —Gimió. Su cuerpo tembló por el escalofrío y las sensaciones que le generaba el momento, la lujuria, el amor y el miembro de Max hundiéndose en su cavidad anal.

Checo continuó cabalgando a Emilian.

Omega —Intentó dominarle.

El mayor emitió un sonido agudo y de placer al escucharle intentar doblegarle.

No —Fue determinante.

El omega llevó una de sus manos sobre uno de los muslos del neerlandés, ocupándolo de apoyo para continuar magullando su cavidad anal sin pudor.

Max no era completamente él. Su lobo gimió gustoso.

—Me-me haré cargo yo —Sergio se aferró a la cabecera, mordiendo su labio inferior con rudeza y poco cuidado. El chapoteo que se creaba por sus pieles sudadas y húmedas estampándose entre sí con mayor constancia era obsceno y lascivo, el incentivo adecuado para que el omega continuase deseando dominar a Max — Ah-hgh — Chilló — A-alfa — Un llamado aterciopelado y lascivo — Mi alfa, márcame.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora