11. Confundido

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Dos días fueron suficientes para que Sergio Pérez se diera cuenta de la terrible manera de ignorarle del contrario. Max Verstappen era bastante obvio.

El primer día tardó en notarlo, pero al segundo, vaya que lo percibió. Incluso admite haberle provocado un poco para ver la capacidad del alfa para no gritarle o gruñirle.

La sorpresa fue bastante cuando observó el autocontrol del menor. Iba en serio.

Checo estaba confundido con la actitud contraria, y aunque al equipo parecía no importarle (después de todo preferían la calma que a la tormenta), a él le incomodaba un poco.

El hecho de que su compañero de trabajo fuese tan poco consciente de la posición en la que se hallaban le alteraba. Sergio siempre intentaba evitar agrandar o crear conflictos, es por ello que aunque él no supiera que había pasado exactamente, intentaría remediar las cosas entre ambos.

Suspiró agobiado.

Sabía que tendría que esperar hasta finalizar su jornada para abordar verbalmente al menor. Chiquillo imprudente, pensó el mexicano. Puso su casco y subió al monoplaza cuando visualizó al auto de Max acercarse al garage.

Alrededor de cinco horas transcurrieron para que dieran por terminado su horario laboral, después de todo, otros pilotos también necesitaban practicar.

El primero en salir fue Max y de no ser porque una mujer se despidió de él, Sergio no hubiese notado su partida.

Esperó unos cortos momentos para seguirle, no deseando ser atrapado por Verstappen y obligarle a rehuir de él por aquí le notara. Definitivamente no.

—Nos vemos mañana, chicos —Se despidió amablemente el mexicano, entregando su casco y rápidamente escabulléndose fuera del garage.

Al llegar a los vestidores, se encontró con el alfa semidesnudo y dándole la espalda a la entrada mientras doblaba su traje monótono y perfectamente, dejándole instantes después sobre la banca.

Conectaron su mirada una vez que Max decidió observarle. Sergio sintió a su lobo removerse inquieto, avergonzado y tímido.

Max —Pronunció.

Se tensó al descifrar las intenciones del omega. El mexicano se indignó cuando el neerlandés volvió a ignorarle como si no lo hubiese escuchado e incluso, como si no lo notara.

—Oye, te he hablado —Se acerca con dos zancadas largas. Irrumpiendo el camino del menor y posándose con los brazos y piernas extendidas delante de la puerta de las duchas.

Tomando la postura de una estrella de mar.

Esta acción le generó un poco de gracia a Max, quien logra mantenerla a raya y en su interior.

—Quiero darme un baño. Apártate —Fue hosco.

El mexicano frunció el ceño.

Pinche grosero —Maldice en español.

—¿Pi-? ¿Qué dijiste? —Arruga el ceño al no comprenderle.

—¿Por qué te comportas tan infantil y me ignoras? —El omega no sé aparta del lugar en ningún momento.

En ese momento, ninguno de los dos recuerda que el de rango superior estuviese en ropa interior y con la toalla colgada sobre uno de sus hombros.

Pero Max sí tiene presente el mandato de Jos.

—Quítate.

—No.

—¡Sergio! —Riñe malhumorado.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora