03. Contrato

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—Sólo pocos de nosotros sabíamos de la situación real de Sergio, Max —Suspiró rendido el dueño líder de Red Bull — Preferimos mantenerlo en secreto al ver que ustedes parecían estar en la misma página. Era al único que comenzabas a respetar como compañero, Verstappen — Puntualizó. Ya sin ánimo de escuchar o presenciar alguna escena colérica del hijo de Jos.

—¿Dices que sí está aquí... es por mí? —Escupe indignado el más joven del lugar.

Sergio, Max y el dueño de RBR eran acompañados por tres sujetos más.

—Aparte de su talento y trabajo, sí —Se cruzó de brazos el hombre adulto — Siempre has sido un gran corredor Max, sin embargo tu talento jamás a sido ser un grato compañero — Destacó sin tapujos o temor, sólo sinceridad.

La cual provocó a que el alma del alfa dominante ardiera dentro suyo.

Max miró a Sergio.

—No trabajaré con alguien como él.

—No estás en el derecho de decidir con quién sí y no. Tienes un contrato y hasta que al menos esté acabe, decidirás si permaneces o no —El jefe se irgue severo, casi paternal. Declarando su decisión; no complacería un capricho que ni siquiera le pertenecía sinceramente a Max.

Sabía que el patriarca de los Verstappen tenía algo que ver.

Max gruñe molesto. Sergio permanece serio y silencioso, analizando la situación.

—Sólo no estorbes, omega —Bramó.

Y finalmente Max se levantó de su asiento hoscamente, saliendo de la oficina del superior.

—Dudo que se le pase pronto —Se dejó caer en la silla — Lo mejor sería que tomes el día de mañana — Recomendó agobiado por los problemas recientes.

Checo suspiró. Sin embargo, cedió ante la situación, después de todo el jefe le había respaldado.

—Agradezco su apoyo.

—No hay de qué, Checo. Creo fervientemente que Max necesita a alguien como tú, pero dudo que tú necesites a alguien como él —Le observó seria y honestamente — Confío en tu talento, sólo no te dejes intimidar ¿de acuerdo?

—Max no me intimida.

—No hablaba exactamente de él.

Y Checo comprendió. Cierto, Max tenía a su padre como una sombra.

—No se preocupe señor.

El alfa dominante asiente.

—Algo más.

—¿Sí? —Sergio detiene su acción a mitad de camino.

—El doctor pasó tus resultados —Suspiró nuevamente agobiado — Será mejor que reduzcas la dosis, Checo. Estás poniéndote en un peligro innecesario.

—Señor, con todo respeto... —Inconscientemente pausó fracción de segundos su diálogo con el mayor — Pero conduzco autos que alcanzan la velocidad de 378 kilómetros por hora y con sólo unas cuantas protecciones, ¿cree qué unos supresores realmente me importan? — Cuestiona sagaz y deliberadamente.

No. Al menos ahora no creo que te importen más, pero a mi sí y creo que es tan ilógico que ocupes dosis tan elevadas y más cuando eres recesivo —Se recarga en el respaldo del asiento de su silla — Entiendo que puedas temer por el hecho de tener cercano a ti a un alfa dominante y del tipo de Max. Pero él jamás haría algo en tu contra de ese tipo, ninguno de la escudería. Y reitero, son cantidades extravagantes las que consumes — Declaró sin ánimos a escuchar negativas aquel día.

—Está bien señor. Reduciré las dosis —Concede.

—Y días. Al menos hasta que te desintoxiques un poco, Pérez.

—Correcto.

—Así se habla. Ahora, fuera —Imploró — Necesito piedad — Dramatizó.

Checo rió, se despidió y se alejó finalmente de la dirección de la sede de RBR. Ahora parecía que, de verdad los supresores le estaban sobrepasando.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora