37. Avances

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—¿Cómo sigue Charles? —Sergio intenta no continuar divagando en sus recuerdos y en las palabras que Helmut Marko le ha dirigido.

—Igual —George se acomoda mejor en su asiento.

—Al menos no empeora —Lando juega con los alimentos de su plato, inapetente.

Sergio escudriña al británico más joven.

—Lando...

—No quiero hablar de eso —Pica un brócoli y lo lleva a su boca, disgustado.

—Pues deberías, tampoco estás mejorando y tú sí empeoras —Russell aseveró un poco hosco, intentando ocultar su preocupación por el menor.

—No todos tenemos la posibilidad de estar emparejados a alguien, George. No te entrometas —Rechazó el consejo del mayor y compatriota.

—Hey —Llamó la atención el mayor de los omegas — Es suficiente ¿de acuerdo? — Regañó cauteloso, intentando no mortificarles.

George apartó la mirada, clavándola en el ventanal enorme del restaurante del hotel de Mónaco.

—Estamos pasando todos por un momento crítico. Deberíamos apoyarnos, no dividirnos —Puntualizó con seriedad, más no era grosero ni mucho menos antipático con los menores.

Lando suspiró resignado y dolido. Tenía razón, él no era el que la estaba pasando peor.

Lo siento —Farfulló avergonzado el británico de rulos sedosos y mirada azul clara, encogiéndose sobre su asiento.

George le observa nuevamente.

—Tienes razón, no sabía bien lo que decía. Sólo estoy en crisis por todo esto —Resopló largo Russell.

Sergio esbozó una tierna y reconfortante sonrisa sutil ante la actitud de ambos británicos. De verdad parecían unos niños pequeños peleando por nimiedades.

—Ahora niños —Se burló tiernamente de ambos menores — Coman. Porque no se van a levantar de la mesa hasta que vea esos platos limpios — Es una advertencia real.

Lando y George asienten más calmos. Alrededor de media hora estuvieron comiendo y charlando amenamente, intentando alejar sus pensamientos de lo sucesos caóticos que habían aparecido en su día a día, únicamente disfrutando de su comida sin que nada ni nadie más les importase. Ahora eran sólo ellos tres.

Eran comentarios amenos, suaves y dulces, uno que otro chiste y planes a futuro con relación a las carreras. Pero nada más.

No deseaban quitarse el apetito tan de repente, no después de no haber ingerido un sólo snack en más de seis horas.

Al finalizar, cada uno tomó su rumbo por cuestiones de trabajo. Prometieron verse más tarde junto a los otros para convivir y apoyarse, cosa que de verdad se seguiría al pie de la letra.

George se fue en busca de Toto, quien le citó horas atrás para darle nuevas estrategias junto a sus ingenieros. Lando iría en busca de Piastri, después de todo el beta le había preguntado sobre si podía darle una ayuda con lo del auto. Sergio, bueno... él iría a hacer una llamada de suma relevancia.

Después de todo, su salud estaba implicada.

El dulce Norris iba deslizando las yemas de sus dedos por el tapiz del pasillo de la planta baja del hotel, enajenándose infantil mente en este y quitando su atención de la realidad externa.

—Deberías mirar por dónde caminas, Lando —Aconseja con un deje de desconsuelo.

Lando se tensa al escucharle, distanciando la mirada de sus falanges y tapiz y llevándola hasta al hombre al que le pertenecía la voz.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora