28. Precarrera

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Silencio.

Lo único que lograba percibirse era sus densas, entrecortadas y profundas respiraciones entremezcladas que escapaban de sus labios entreabiertos. Manteniendo su amor sólo para ellos.

Sergio deslizó sus manos por la firme y fuerte espalda de Max, mientras era embestido por este último. Ambos conectaban sus miradas bajo las suaves penumbras de la habitación de Miami, sintiéndose sólo ellos dos como lo último de la existencia.

El neerlandés creó un juego de caderas que le arrebató el oxígeno al de hebras negras, Max llevó una de sus manos por debajo del muslo de Sergio, acariciando aquella zona con libertad y afecto suave.

Max tensó la quijada en el momento en el que sintió sus caninos sobresalir. Los clavó en su labio inferior y acercó su rostro a la clavícula del mayor como premio de consolación, inhalando sólo la dulce y exquisita fragancia que su pareja desprendía.

Adoraba como el caramelo predominaba sobre el propio. Le envolvía y casi aseguraba, que le embriagaba.

Max —Farfulló el mexicano al sentirlo un tanto tenso — Amor — Tuteó entrecortado y con la voz de su lobo.

Max empujó suavemente sus caderas, elevó la cabeza y observó entre las penumbras a Sergio, quien le miraba con intenso amor y comprensión.

—Si continúas apretando así, me vendré demasiado pronto —Aseveró sin dejar de penetrarle.

—Mentiroso.

—Lo digo en serio —Farfulló. Acercó su rostro al contrario y con delicadeza, rozó sus labios — Pero continúa — Sus respiraciones se entremezclaron.

—¿Sí? —Entrelazó sus piernas alrededor de las caderas de Max — Sólo bésame, Maxie — Rogó necesitado.

Y Max sonrió ladino, sin embargo no se hizo del rogar y le dio lo que le pidió el mayor. Uniendo sus labios en una presión amable que pronto se transformaría en movimientos e intromisiones de lengua haciendo danzas pasionales.

Sergio sentía cómo su respiración se acababa y Max parecía no querer darle clemencia, asimismo sentía el sabor a hierro que el más joven escurría de sus labios por culpa de haber incrustado sus caninos sobre aquella fina piel. Entrelazó sus largos dedos en las hebras rubias, hundiendo su lengua en la cavidad bucal del alfa dominante mientras apretaba su propia cavidad anal alrededor del miembro de su pareja.

Había extrañado el calor que emanaba Max sobre su cuerpo y cada que se mezclaban como si fuesen uno mismo.

Checo gimió entre el beso al sentir como Max se hundió entero sin pudor.

Animal —Jadeó. Aferrándose a una de las almohadas debajo de su cabeza y con la otra, a los hombros del neerlandés.

—Quiero hacerlo más duro —Penetró nuevamente del mismo modo.

—Creí que-era todo lo que po-podías hacerlo —Balbuceó.

Checo llevó su mirada hacia los 25 centímetros que se enterraban dentro de su cavidad. Iba a desmayarse si Max continuaba con aquel juego de caderas tan instintivo y pasional.

—A mí, mírame a mí —Elevó el rostro del tapatío con una de sus manos mientras continuaba meneándose sin clemencia.

—Envidioso.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora