20. Extrañeza

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Sergio se acomodó la playera, tomó su gorra y cuando iba a tomar su celular, el sonido de la puerta de su habitación resuena del otro lado.

Miró en dirección de la puerta. Se encaminó hasta esta y abrió, encontrándose con el neerlandés.

Esbozó una sonrisa amable.

—¿Max? Creí que nos veríamos hasta mañana después de la carrera —Se encoge de hombros.

—Yo —Intentó calmar a su animal — ¿Me permites pasar? — Le encuesta afable.

Checo asiente, se hace a un lado y le da el paso a su habitación.

—Estuve pensando —Analiza la habitación en la que se hospedaba el mexicano — En el comenzar a cortejarte como se debe — Le observa directo al rostro después de virar sobre sus talones y encararlo.

Sergio se siente trastabillar. Su omega se contuvo voluntarioso.

—¿Estás de acuerdo con ello? —Le preguntó. Sin embargo Max sabía la respuesta.

Sergio siente las mejillas más tibias, muerde su labio inferior mientras mira por encima del hombro del alfa delante suyo.

—¿Estás seguro de ello? Quisiera evitar incomodidades en un futuro —Prevé.

Max sonríe bobamente, amplio. Asiente.

—Estoy confiado en esto, y soy consciente de lo que puede suceder —Se acercó, posándose delante del mexicano — Lo haré al menos que me lo permitas, no iré en contra de tus deseos Checo — Aseveró. Seguro de respetar los intereses del mayor.

Aún si se sentía pateado y rechazado, lo respetaría.

—¿Has cortejado alguna vez?

Max negó ante el cuestionamiento del mayor.

—Hubo alguna vez alguien, pero nunca estuve seguro de ello. Por mi padre —Apartó la mirada — Su nombre era Kelly — Se encogió de hombros — Quedamos en buenos términos y ahora ella está casada — Sonrió alegre.

Parecía feliz del resultado de esas decisiones. Checo llevó sus manos al rostro del neerlandés.

—Puedes cortejarme, Maxi —Le observó con delicadeza y profundidad, con bastante intimidad — Pero si deseas detenerte, hazlo. No lo pienses — Deslizó suavemente sus pulgares por los mofletes del más joven.

—No me detendré.

—No te sobreesfuerces —Bromea.

—Soy Max Verstappen, ¿lo recuerdas? —Juguetea con soberbia grácil y habitual.

Sergio vira los ojos con diversión.

—Claro, Max —No puede eliminar la sonrisa de su rostro.

Estaba alegre. Feliz de que a Max Verstappen no le importase su edad ni su rebeldía, Emilian estaba luchando por su corazón.

Corriendo detrás de él, casi como una carrera.

Max se inclina hacia delante, apoyando su cabeza en el hombro de Sergio y envolviéndolo con sus brazos. Pérez tiene que alzarse sobre las puntas de sus pies para alcanzarle y hacerle más sencilla la tarea de aferrarse a él.

Sentía que el pulso de su corazón finalmente había adquirido un ritmo más suave y constante, pero no menos veloz. Estaba nervioso y al mismo tiempo alegre.

Sus pulsos se conectaron, adquiriendo la misma intensidad.

Sergio inhaló hondo, capturando tanto como pudiese la fragancia masculina y dominante del menor. Sintiéndose extrañamente tranquilo y sometido.

Chequito —Tuteó un tanto gutural.

—¿Sí? —Le reparte suaves caricias a la nuca del rubio.

—Quiero más de tu aroma —Relamió sus labios sin apartarse del mexicano.

Sergio sabe que el pedido contrario es diferente a lo habitual, no obstante, no le presta demasiado interés a esto y le concede el capricho al alfa dominante.

Ambos se quedan allí, parados a mitad del pasillo de la entrada de su habitación. Max le apoya contra la puerta y continúa olfateando como si fuese un cachorro buscando pruebas de que ningún otro aroma que no fuese el propio, estuviese encima del tapatío.

—Parece que estás emocionado por recibir una positiva de mi parte, Maxie —Tutea divertido y enternecido.

Max asiente.

—Mi alfa está enorgullecido de que me atreviese a acercarme a ti —Sonrió un poco, ocultando su alegría contra la piel del tapatío — Estaba irritado.

—Siempre estás irritado, Verstappen —Puntualiza.

—No.

—Mentiroso —Bromea.

Max suspira. Su respiración caliente choca contra la piel del mayor, causándole un intenso escalofrío y deleitándose con su suave contracción.

Deslizó la punta de su lengua por la glándula del omega.

No —Le apartó con dificultad.

Max le observó un tanto desorientado. Su animal había tomado por unos instantes el control de su ser.

—¿Qué ocurre? —Max no es consciente de la situación.

—Va-vamos a cenar. Muero de hambre y preferiría descansar temprano el día de hoy, y estar fresco para mañana —Argumentó nervioso.

Max sonrió.

—Invito yo.

—No es una cita, Verstappen —Alegó, intentando recomponerse.

—Lo es. Te estoy cortejando y tú lo permitiste —Recordó con suficiencia y aires victoriosos.

—Chiquillo enredador —Brama exasperado — ¡Bien! Pero no acepto menos que una hamburguesa.

—Trato.

Y Max se aparta del más bajo, permitiendo que saliera de su escudo humano. Sergio chasqueó la lengua al ver otra vez esa imagen enternecedora de Max.

Era todo un niño pequeño encerrado en el cuerpo de un adulto frío.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora