45. Paparazzis y fanáticos

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Definitivamente descubrí el soundtrack de "Amores Enemigos" 🥺🫂🥺

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Jueves llegó como en un abrir y cerrar de ojos. La manada de pilotos y los trabajadores de la F1 comenzaron a prepararse para el GP venidero.

Y aunque Sergio intentó ser muy cauteloso y pasar desapercibida de la prensa, fue imposible lograrlo a esa altura de la semana.
Aún más, cuando su aroma era tan difícil de ocultar.

Sabían que tarde o temprano tendrían que enfrentarse a ello, y que no podrían evadirlo durante más tiempo. Era inútil pensarlo.

El jueves en España podría haber sido el más desesperante y aterrador que podrían haber vivido en su trayectoria como pilotos de la F1.

—Deberías ir a descansar un momento, Sergio —Horner baja sus auriculares, dejándolos sobre sus hombros y la diadema a la altura de su cuello.

Sergio ladea la cabeza, un tanto confundido. Inconscientemente se vio observándose a sí mismo al instante de escucharle decir aquello al director de RBR.

—Sólo parece que no tuviste buena noche —Declaró.

Sergio se encogió de hombros. Era real, y esta vez no fue por tener a Max entre sus piernas sino porque un extraño sentimiento y estrés le invadieron durante la noche.

Ni siquiera estar compartiendo cama y un nido con el neerlandés, le ayudó a tranquilizarle hasta pasada la media noche.

—Me encuentro bien.

Christian le dirigió una expresión incrédula y ciertamente, paternalista.

—No desobedezcas mis pedidos, Checo —Se cruzó de brazos por encima de su pecho — Podrás rendir mejor si descansas un instante — Aseveró confiado de ello.

Sergio suspiró no muy convencido.

—Vamos, prometo darte batalla en pista si lo haces —Sonrió con calidez.

Sergio correspondió a la expresión contraria, asintió rendido y después de recibir tres cortas y suaves palmadas en el costado de su brazo, es que decidió escabullirse hasta el interior de la habitación que cada escudería tenía dentro de sus garages.

Christian se marchó al instante, después de cerciorarse de que el omega hiciera lo pedido, yéndose en dirección hacia el pasillo en el que se encontraría con Toto Wolff.

—Por un momento creí que tendría que esperar otra hora más —Wolff bajó los brazos, dejándolos caer con soltura, elegancia y liderazgo a sus costados, enarcando una ceja y recriminándole irónica pero cautelosamente al jefe de Red Bull Racing y a su más grande rival dentro del trabajo.

Christian entornó los ojos sobre su eje, acercándose parsimoniosamente hacia el hombre de sedosa y complicada melena azabache.

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