25. Múltiples olas y retrasados

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El sonido de unas voces difusas, pero reconocidas para su cabeza le trajo de regreso lentamente a la realidad.

Un chillido escapó de sus labios al sentir sus músculos tensos y agotados. Los recuerdos comenzaron a atiborrarse uno a uno dentro de su cabeza.

Su omega se removió.

—Llegaremos pronto —Escuchó a la lejanía — Preferiría que mantuvieras esto en secreto por el bien de ambos y la escudería — Checo reconoció la voz. Era Max Verstappen hablando con alguien.

Intentó salir de su descanso. Pero parecía ser absorbido en contra de su voluntad.

—Sí. Nos vemos en Miami —Se despidió.

Sergio escuchó la puerta de la habitación cerrarse y a los segundos observó a un Max semidesnudo acercarse hasta la cama en la que yacía. Chilló gustoso al poderle captar.

—Duerme —Demandó suave — Necesitas descansar para mi próxima ola de calor — Enunció con notoria felicidad.

Checo se acercó, escondiéndose en el pecho de Max cuando este se acostó a su lado. Olía a él. Ambos olían al contrario y le fascinaba.

Y sin preverlo, el mexicano cayó rápidamente dormido en los brazos de Morfeo y Max Verstappen.

Ninguno de los dos calculó el tiempo que estuvieron dormidos a un lado del otro, pero para fortuna de ambos, lo primero que les despertó fue la segunda ola de calor y no el hambre.

Sergio restregó su rostro contra el pecho de Max, percibiendo el incremento de su temperatura corporal y aroma. Un chillido escapó de sus labios, despertando al menor al instante.

—Estoy demasiado caliente —Max farfulló.

Checo hizo un puchero. Estaba que le llevaba el diablo, apenas si podía moverse.

—¿De verdad? ¿Tan pronto? —Quitó las colchas de encima de su cuerpo, reincorporándose y pasándose un poco lento a horcajadas de Verstappen.

—Hmmh —Dio un sonido a modo de positiva. Llevó sus manos a las caderas del tapatío y clavó sus yemas en la piel del mayor.

Sergio gimió un tanto sensible, recordando por un momento aquel día en el que su celo y animal interno le sobrepasó y trajo a su cabeza a Max Verstappen. Debajo de él. Mientras que lo montaba.

Max percibió el caramelo de la fragancia del omega liberarse con mayor fuerza. Notando igualmente las ganas del mayor por tener sexo de aquella manera.

—La caja está a un costado, omega —Anunció. Sergio asintió un tanto atolondrado y casi olvidando el dolor lumbar y de su trasero que cargaba consigo.

Se estiró sin bajarse del regazo de Max directo al buró de noche que había a un costado, tomando la caja más no el lubricante. Creía innecesario este como consecuencia de su líquido natural que soltaba.

Emilian deslizó sus dígitos hacia los grandes y redondos cachetes firmes del mayor, estirando el glúteo izquierdo para permitir que su mano se dirigiera hasta el botón rosado, estrecho pero estimulado y sensible por la noche anterior.

—Mójate para mí, Checo —Demandó el alfa, aún un tanto adormilado.

El mexicano muerde su labio inferior, deslizándose hacia atrás y sintiendo el miembro a medio despertar del más joven enterrarse entre sus glúteos. Gimió al padecer un escalofrío, mientras se erizaban sus vellos de los brazos y sus pezones se ponían duros.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora