33. Caminos distintos

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Sergio sintió en su bajo vientre un espasmo que le obligó a despertar de su descanso inducido. No sabía en que momento había quedado dormido.

Abrió lentamente los ojos y lo primero que cruzó por su cabeza, fue Max y su estado.

Allí lo vio, dormido tan tranquilamente que parecía no haber pasado nada una hora y media atrás. Checo intentó no moverse para evitar apartarlo de su momento de paz, no quería quitarle también aquello.

Su omega intentó contener u aplazar siquiera un poco más su ola de calor. Pero era tan violenta que a los minutos lo tenía contrayéndose sobre las sábanas de la cama y mordiendo su labio inferior con fuerza para retener sus jadeos y quejidos de necesidad, sintiendo su lubricante natural comenzar a escurrir de su entrada.

Max se afianzó un poco más al percibir el movimiento del contrario, incrustando su nariz en las hebras azabaches de Sergio.

Checo se contrajo mínimo ante el abrazo del neerlandés sobre su cintura. Suspirando largamente todo su oxígeno sobre la piel nívea de Emilian.

Solecito —La voz del más joven retumba por todo el ser del mexicano, ocasionándole un bajo jadeo de necesidad.

—No quisiera que... —Sergio es interrumpido por un casto beso en su frente y la respiración caliente chocando contra su rostro instantes después.

—Eres pareja. Eres omega y destinado. Eres mío tanto como tuyo, yo decidiré qué hacer —Deslizó su grande mano por el moflete del tapatío, deslizándola de una forma tan melodiosa y agradable que logró apaciguar el sentimiento de culpa del mexicano.

Max volvió a conectar su mirada con el mayor, sintiéndose a salvo cada que Pérez le permitía mantenerse allí cuanto quisiese.

Maxie —Sergio no contuvo más a su lobo. Dejándose sumergir en aquel mar que Max llevaba por ojos.

El neerlandés unió sus labios. Al principio se mantuvieron quietos, sintiendo sólo su presión, tan pronto como buscaron un poco de oxigenación para alargar su conexión comenzaron con mansos movimientos entre sus belfos.

Max deslizó su mano que anteriormente se encontraba sobre el mentón de Sergio, bajándola hasta la piel libre de su cuello sin permitirle al contrario o a sí mismo romper el contacto entre sus bocas. Necesitaba de Checo tanto como ocupaba respirar para subsistir. El alfa dominante continuó con su camino, llevándola esta vez hasta uno de los pectorales del tapatío y deteniéndose unos instantes allí para jugar con su pezón por encima de la tela de la playera.

Sergio gimió entre el beso.

—Estoy demasiado sensible —Alude a la par que se distancia de los belfos rosados y cautelosamente hinchados del neerlandés.

El alfa se acomoda hábilmente sobre el omega, eleva su playera que llevaba encima su pareja y desliza una ocasión más sus manos por su piel tibia y con lunares salpicados. Max posa sus pulgares en ambos pezones del tapatío, comenzando a estimularlos y fuese mucho más sencilla su tarea de excitar a Sergio.

Max continuó rozando y jugando con sus pezones mientras volvía a besarle, uniendo sus bocas de una manera tan amable y seductora que a Sergio le provocó un orgasmo sin siquiera haber sido tocado o penetrado. Se sintió tan avergonzando que rompió el enlace entre sus labios.

No te avergüences —Farfulló cercano a su oído — Ensanchas mi orgullo — Se encarga de alentar con chulería, seducción y soberbia mesurada al hombre debajo suyo, añadiendo a sus palabras dos acciones que provocan en Sergio un corto circuito.

Max desliza su lengua por el lóbulo de la oreja de Sergio mientras recorre con sus manos la cintura, cadera y glúteos de este mismo con dedicación.

Chiquillo pervertido —Muerde su labio inferior con rudeza.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora