05. No tan bien

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Checo regresó por dónde había salido. Tomó su casco y suspiró un tanto incómodo, de verdad parecía que su cuerpo se esmeraba en eliminar todos aquellos químicos que se había encargado de consumir desmesuradamente.

Si le hubiesen dicho hace diez años atrás que se dedicaría a consumir supresores, medicamentos y a correr solamente se hubiese molestado un poco, siendo incrédulo de lo escuchado, después de todo él también amaba la idea de formar una familia.

Tal parece que sólo se quedó como una vaga e intangible idea.

—¿Estás bien? —Un entrenador se acerca al mexicano al verle pálido y con una fina capa de sudor pegada a la frente.

Checo asintió.

—Ya sabes, mi cuerpo está intentando desintoxicarse —Manifiesta con desgano.

Ciertamente, su organismo intentaba recuperar mínimo una parte de su salud.

El hombre asintió, le dio una palmada de soslayo al contrario y se alejó de su lado. Para ese entonces, el otro conductor de RBR observaba inexpresivo la escena.

Cuando regresaron a sus labores una vez que el descanso concluyó en la sede, los pilotos corrieron durante dos horas más y para suerte de Pérez; logró resistir todo el maratón sin desmayarse en el pavimento de a un costado de su auto.

Había días que trabajaba sólo unas cuatro o cinco horas; otras ocasiones superaba las ocho.

—Hasta mañana —Escuchó a la lejanía como la gente comenzaba a despedirse entre sí.

Sergio apoyó su cabeza en la pared de los vestidores de Red Bull. Exhalando todo su fatiga del día. Sus ojos volvieron a abrirse cuando escuchó una puerta cerrarse a unos metros de distancia.

¿Acaso Max seguía en el lugar? Creyó que se había marchado antes que él.

En ese momento el hombre nacido en Bélgica salió de las duchas, llevando sólo una toalla atorada a la altura de su cadera y mostrando su torso desnudo con pesadas gotas de agua deslizándose por los surcos de sus brazos, pecho y abdomen.

Sergio apartó la mirada del menor. Se levantó de la banca con cansancio y resignación, tomando su pantalón de mezclilla e inmediatamente subirlo por sus piernas con poco vello corporal, y después colocarse su playera gris de algodón.

Max comenzó a secarse el cuerpo con la segunda toalla sobre sus hombros sin apartar su mirada del cuerpo del mayor (a quién miraba a través del espejo), sintiéndose como un acosador.

—Hasta mañana, Max.

Verstappen gruñó. Sergio soltó una risilla.

—También hasta mañana, alfa de Max —Bromeó divertido. Tomó su maleta y salió de los vestidores.

Max continuó secándose y sin poder evitarlo, esbozó una efímera y lineal sonrisa suave.

Al rededor de una hora después, Verstappen ya se encontraba en su hogar solitario. Dejó su maleta en el lugar correspondiente cercano a la entrada sin ánimos de llevarla hasta su habitación y sólo se fue a refugiar a la sala (no sin antes tomar una cerveza del refrigerador de la cocina) para perder un poco de tiempo hasta que el insomnio cediera ante él.

A veces tardaba toda una noche para lograr conciliar el sueño y siquiera descansar dos minutos antes de que sonara su alarma, aunque no siempre se levantaba de su cama y ocasionalmente prefería continuar descansando que a desayunar. A este paso, moriría joven.

Max puso alguna película de fondo que encontró en Netflix mientras se dedicó a ver su teléfono y contestar mensajes de su trabajo que había olvidado (más por desinterés) contestar. Y sólo cincuenta minutos más tarde es que el alfa dominante no resistió más tiempo en alerta y asombrosamente quedó dormido profundamente.

Quien diría que su subconsciente le jugaría una mala pasada aquella noche, despertándole a mitad de su maravilloso descanso y dejándole con su animal realmente inquieto. Se había sentido poco bien el haber dibujado tan detalladamente el cuerpo del mexicano dentro de su quimera.

El de tez pálida gruñó irritado, regresando a su animal a su lugar y manteniéndole al margen.

Max realizó un ritual poco después de reincorporarse del sofá, yéndose a refugiar al baño de su hogar para asearse y así irse a descansar como se debía.

Pareció no importarle taparse con las colchas una vez que llegó a un costado de su cama, dejándose caer sobre el colchón boca abajo e intentando, incluso convencerse de que esta decisión se debía a no querer perder el sueño y, no por continuar soñando con su compañero de equipo.

Max tendría tiempo de reflexionar sobre ello, más no ahora.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora