54. Celebración

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Llegaron casi dos horas tarde al lugar en el que se haría la celebración, la cuál se llevó a cabo fuera del hotel y dentro de la sede de Red Bull, siendo invitados todos los trabajadores de la parrilla sin excepción.

Y a pesar de su tardanza, llamaron rápidamente la atención cuando ingresaron al lugar sin importar el tumulto de lociones químicas y fragancias naturales que se esparcían por todo el lugar, logrando que las personas más cercanas a ellos les observaran de múltiples maneras. Sin embargo, ignoraron a todos y se dedicaron a ir hasta la barra de bebidas.

—¡No pueden tomar! —Yuki les gritó a Charles, Checo y George, tomando una cerveza cuando el bartender se la a dejado sobre la barra.

—¡No wey, voy a tomar! —Vociferó sarcástico — ¡¿Cómo se te ocurre que voy a tomar?! — Zapeó la cabeza de Yuki con mesurada fuerza.

El japonés le gruñó. Para después posarse sobre sus puntas e inclinarse en dirección de Sergio y depositar un rápido y fugaz beso en el moflete del tapatío.

—¡Pero yo no estoy gestando! —Vociferó Charles cerca del oído de Tsunoda.

—¡Pero tienes que cuidarte! —Alegó muy alto, entregándole finalmente la cerveza a Lando — ¡Así que no!

Charles hizo un tierno puchero con sus labios, asintiendo.

—¿Que van a tomar ustedes? —El bartender se dirigió a los tres pilotos.

George, Charles y Sergio compartieron una mirada de soslayo.

—Tres piñas coladas, sin alcohol —Pérez hizo un puchero.

El bartender asintió, encantado con la actitud del mexicano.

—Ya salen —Le guiñó un ojo y se alejó de los tres omegas.

—¡Uy, sí Max se entera! —Charles hace una danza con sus cejas, juguetón y burlesco.

—¡Un guiño no es igual que un beso, Charles! —Recordó. Volteándole la jugada.

El omega monegasco se ruborizó.

—¡Tu rostro estaba demasiado cerca... y no pude evitarlo! —Se encogió de hombros, vociferando sin importarle que alguien le escuchase, pues era teóricamente imposible por lo alto del volumen de la música.

Sergio palmeó la espalda baja de Charles.

—¡Sus bebidas! —El bartender llegó, poniendo las tres piñas coladas sin alcohol sobre la barra.

—¡Gracias! —Vociferaron al unísono George, Sergio y Charles.

Los tres omegas se dieron la vuelta para observar a la gente una vez que el bartender (afortunadamente, sino abordaría a Pérez) se alejó de donde estaban ellos, sintiéndose momentáneamente curiosos y eufóricos por el ambiente. Para ese momento Yuki y Lando ya se habían escabullido entre la gente, buscando a Pierre y Fernando.

—¡¿Creen qué nos hayan visto llegar?! —Encuestó a gritos el británico.

El monegasco y el mexicano se encogieron de hombros.

—¡Lo dudo! ¡A este paso deberían estar perdiendo la sobriedad! —Exclamó el tapatío, esbozando una sonrisa divertida y genuina.

Lo que Sergio más disfrutaba de aquellas celebraciones, era la manera en la que la vida y sociedad parecía fluir sin pensar en sus castas.

Como si él no fuese un omega.

—¡Hey! —Hamilton se posa delante de ellos, con su clásica sonrisa brillante patentada por él, relamiendo sus labios cuando parece haberlo percibido sólo unos instantes y superficialmente.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora