26. Oh

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El ciclo trimestral del alfa dominante finalmente había concluido. Ambos se mantuvieron una noche más en Azerbaiyán, marchándose al día siguiente hacia Miami. Era jueves por la tarde y cercano al anochecer, cuando las cosas comenzaron a tomar un rumbo diferente: como si el destino hubiese decidido dar a rienda suelta su imaginación con el grupo selecto de pilotos de la fórmula 1.

—Mierda, olvidé la tarjeta de la habitación en la mesa detrás de dónde nos entrevistaron —Sergio palmeó sus bolsillos del pantalón de mezclilla instintivamente.

Max le miró.

—Podemos pedir otra.

—Max cualquiera podría tomarla, entrar a mi habitación y darse cuenta que no estoy en esta —Puntualizó contundente y con obviedad — ¿Acaso quieres qué comiencen a sospechar? — Le dedicó una sonrisa divertida y boba. Clásica del tapatío.

Max se encogió de hombros.

—Podemos esperar un poco más.

Y Sergio asintió.

—Ahora vuelvo, no tardo —Le dio una amistosa palmada sobre el costado de su brazo, lanzando un rápido beso al aire que le ocasionó un rubor suave y una sonrisa alegre sobre el neerlandés.

—¿No quieres qué te acompañe?

Sergio se apartó.

—Voy y vuelvo —Y salió finalmente de la vista del hombre más alto.

El omega recesivo caminó tranquilamente por los pasillos por los que habían salido, dirigiéndose a la sala de descanso que tenía el lugar en dónde les entrevistaron para marketing y al ver el rectangular pedazo de plástico que era la llave de su habitación sobre la mesa, soltó un suspiro de alivio.

Se acercó a esta rápidamente y cuando la tuvo finalmente entre sus largos dedos, percibió dos aromas que conocía casi a la perfección.

Matices diferentes.
Olía algo distinto a lo que solía ser, pero no identificaba exactamente qué era.

Recordó al pequeño chico omega que protegió alguna vez como su cachorro recién que lo conoció, aquella cítrica fragancia (mandarina) le pertenecía a Lando Norris.

Era el único del grupo de omegas, que olía a mandarina de ese modo.
Pero, él jamás olía a lavanda.

No, ese carácter tan cálido y estimulante le pertenecía a su gran compañero. Fernando Alonso.

Entonces su cabeza hizo clic. Eran Lando y Fernando.

Punzadas de temor, ansiedad y curiosidad se albergaron en su cuerpo, su omega prácticamente le obligaba a asomar la cabeza y comprobar que su "cachorro" estuviera bien y poco comprometido. Tragó saliva, tomó la tarjeta con dureza cuando la encontró como el único soporte y se acercó hasta la otra puerta, la cual estaba semiabierta.

Sus ojos se abrieron en par por culpa del asombro, quedándose pasmado sobre su lugar cuando logró capturar la imagen.

Checo no iba a fingir que no lo veía o que actualmente no era conocedor de aquella situación.

En definitiva no le aterraba u alteraba, únicamente lograba provocarle inquietud y asombro.

Sergio no comprendía completamente la inquietud que cargaba consigo en esos momentos, pero se lo atribuyó al hecho de que él conocía la situación del piloto más joven, así como la de su mejor amigo.

El corredor de Aston Martin no tenía una pareja desde hacía bastantes meses, mientras que el piloto más joven tenía una novia y a la cual, parecía no serle indiferente. Al menos hasta lo que él había visto.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora