42. Verdades a sueldo (2:2)

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—¿Y has hablado con Max sobre la marca?

Sergio se crispó.

—Ehm.

Fénix le observa.

—¿Eso qué significa?

—Lo hemos hablado. Superficialmente—Intenta exculparse el tapatío — Pero no hemos llegado a un acuerdo real — Se encoge de hombros.

Las puertas del ascensor se cierran en par delante de sus rostros.

—No deseo orillarlo a eso tan pronto —Explicó el mexicano de orbes almendrados y de pecas relucientes — No creo que sea conveniente.

—¿Te ha mostrado rechazo?

Sergio niega inmediatamente ante el cuestionamiento de su amiga. Reconocía lo territorial y protectora que podría llegar a ser Fénix con respecto a su persona.

—En realidad, soy yo el quién le ha detenido ocasionalmente —Aclara con naturalidad — No por qué no deseé estar enlazado a él, sino por todo lo que implica — Manifiesta apesadumbrado.

Fénix le envuelve con uno de sus brazos, intentando alejar esa rápida animosidad que se estancó en Sergio.

—No soy bienvenido en su vida, Fen. Esa es la verdad —Resopla indignado y resignado — Sin embargo, no estoy dispuesto a dejarle sólo por un par de rechazos — Expone con mayor claridad y neutralidad.

Las puertas del ascensor se abren en par.

—Estoy dispuesto a ganar.

Sergio gira el rostro inmediatamente al percibir el aroma a té de limón y granos de café (este último más dominante), sintiéndose cautelosamente mareado.

La beta y el omega recesivo bajan de ascensor con normalidad, acercándose hasta el alfa dominante y clavándose delante suyo.

—Buenas noches, Max —Saluda Fénix con naturalidad y un poco de diversión.

El neerlandés le observa, le analiza y finalmente sonríe con culpabilidad.

—Doctora Fen, no le reconocí —Se encoge de hombros, avergonzado.

Sergio entorna sus orbes marrones sobre su eje.

—Puede ser el perfume —Le quita importancia al asunto. Aliviando el bochorno del holandés.

—Quizás —Rasca la punta de su nariz — Los demás están en el restaurante, podrías acompañarnos si gustas — Ofrece.

Ahora es el turno de Fénix para encogerse de hombros.

—Me encantaría, Max —Observa a Sergio — Pero tuve un viaje largo y ahora mismo, no creo soportar una hora más despierta. Podríamos vernos el día de mañana, si la invitación sigue abierta, claro — Declina con mínima hosquedad.

La compatriota de Sergio no deseaba rechazar la propuesta, sin embargo su energía en esos momentos era mínima y prefería ir a su habitación a quedarse, y posiblemente cabecear delante de los pilotos.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora