55. Sumisión y la razón

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Su lobo le estaba obligando a buscar reconfortar y aliviar a su alfa. Estaba sollozando internamente por su caliente necesidad por complacerle.

Y la mirada severa, seria y profunda que Emilian le dirigía no le estaba siendo en lo absoluto de ayuda.

Quería ponerse sobre sus rodillas.

—No te molestes, Maxie —Posó sus manos sobre los pectorales del hombre de hebras rubias poco engomadas.

El neerlandés bufó, sintiéndose nuevamente molesto al recordar el acercamiento del compatriota de Sergio hacia él. El mexicano sabía que tenía que accionar antes de que el contrario perdiese completamente el control y fuera en busca de su viejo amigo.

—Soy tuyo, Max —Recordó seductor y un tono sedoso que no alcanzó a ser la voz de su omega — Eres tú el quién se encarga de cuidarme, protegerme y hacerme muy feliz — Deslizó sus manos hacia el cuello del holandés con enajenación — Eres tú, el quién me hace el amor — Suspiró muy suave.

Percibiendo su entrada contraerse y comenzar a humedecerse. Una intensa sensación de ardor a la altura de su garganta se atoró, impidiendo que pudiese sentirse tranquilo y respirar con normalidad, sus orbes almendrados se tornan aún más brillantes por culpa de las lágrimas lascivas y pesadas que se acumularon en aquella zona.

—Eres mi novio y mi alfa, no te pongas celoso de otros —Sergio acarició la parte desnuda del cuello de Max. Observó aquella zona con anhelo.

"Omega malo, alfa lastimado". Recordó su instinto con insistencia, obligándole a regresar sus orbes hacia los zafiros contrarios.

—Eres mi alfa. No te cambiaría por nadie más —Acarició la tersa piel del rubio — Eres el futuro padre de mis hijos — Suspiró encantado — No te molestes alfa — Pidió con cautelosa ayuda de su lobo.

Max relamió sus labios. Hechizado con la actitud contraria, recordándole aquella vez en la que Sergio y él estuvieron en una posición similar, pero antes no era su alfa, y no podía acercársele como anhela hacerlo ahora.

Estoy celoso —Alegó irritado — Y muy, pero muy ofendido — Aseveró firme.

Sergio emitió un chillido agudo ante la presencia y voz dominante de su pareja. Su entrada se humedeció y sollozó.

Perdón —Se restregó al alfa.

Max le sostuvo, acorralándolo con todo su cuerpo y puerta, dejándole escaso espacio para que el de estatura mas baja pudiera moverse.

Max —Se aferró a la camisa del rubio.

El alfa gruñó dominante.

Déjame remediarlo —Pidió atolondrado el omega. Sintiéndose sofocado por su propio calor aumentando.

¿Cómo? —Se despegó mínimo, observándole al rostro una vez que Sergio elevó el suyo para que pudiesen mirarse.

Quiero entregarme a ti —Deslizó sus manos hacia los botones de la camisa blanca, intentando desabotonarlos — A tú manera — Fue un ruego espectacular.

La virilidad de Max se endureció de golpe, robándole el aliento y provocándole.

—Será a mi forma.

No hubo más del lobo del holandés, provocándole un escalofrío electrizante intenso a Sergio, el cual recorrió desde la punta de las falanges de sus manos hasta los de sus pies sin olvidar ni un sólo recóndito lugar.

Max detuvo las manos de Sergio, apartándolas de su camisa y el encargándose de abrir esta y quitársela de encima, dejándose semidesnudo. Acomodó su miembro aún oculto entre sus calzoncillos y pantalones.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora