07. Ideas y ensueños

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Checo salió de la ducha, secándose el cuerpo con calma. Una vez que se cercioró de que nadie estuviese en el lugar se encaminó hasta los vestidores.

Se puso delante de su locker personal, lo abrió y tomó nuevamente su equipo de carreras, comenzando a ponerse sus prendas una vez que terminó de secarse. Acercándose por costumbre al espejo y así, escudriñar su físico.

Parecía haber subido uno o dos kilos en las últimas semanas. Significaba que su cuerpo se estaba acoplando magnífica mente al hecho de dejar las pastillas, sin embargo admitía que a veces sentía la necesidad de retomarlos.

Sergio miró su abdomen plano, tragó saliva con dificultad y con cierta melancolía rememoró el tiempo en el que alguna vez deseo llevar un cachorro dentro de su vientre. Dirigió una de sus manos ásperas hacia su estómago, sosteniéndose a sí mismo.

Sonrió enternecido. Aún era joven, en unos años podría tener algún hijo y si no, adoptaría.

Ahora le quedaba enfocarse en su carrera.

Continuó formulando pensamientos enternecedores e imágenes gentiles y dulces. Pero como era de esperarse, su enajenación le llevó inconscientemente por un rumbo en donde su compañero de trabajo aparecía cruelmente en el camino.

Todo inició bien.

Se trataba de pensamientos del estilo de, "¿Max querrá una familia? ¿Deseará tener y formar una familia o únicamente se dedicará a su trabajo?". La situación parecía marchar con normalidad, al menos hasta que su instinto bajo y más despierto que nunca, le llevó a considerar otras cuestiones.

"¿Qué se sentiría formar una familia con Max?". Asombrosamente no terminó allí y cuando se dio cuenta, tarde ya era para él.

Checo ya se había integrado a la ecuación.

¿Que sería de mí, llevando un cachorro de Max?. Pensó dentro de su enajenación.

Su omega se removió casi inquieto y como nunca antes, notando que su animal había casi chillado de extasis.

—Puta madre —Maldijo a regañadientes. Viró irritado sobre sus talones, acercándose hasta la banca en donde había dejado su playera negra de algodón para después ponerla y acomodarse como se debía su traje.

Tan pronto cómo terminó, salió de los vestidores en dirección de los autos, encontrándose con su gente y a la distancia, la mirada de Max clavada en él. Sintió sus mejillas arder al rememorar sus pensamientos anteriores.

La carrera entre ambos pilotos finalmente dio inicio. Max y Checo subieron a sus respectivos autos y salieron de su cochera en dirección de las cajas, posicionándose correctamente.

—¿Listo Checo? —Una voz conocida resuena del otro lado de la línea de su audífono.

—Listo.

Mientras tanto, otro sujeto le hablaba a Max desde el Paddock.

—¿Preparado Max? —Gianpiero Lambiase le encuesta al piloto.

—Sí.

Y cuando dio luz verde, ambos salieron de las cajas con una velocidad que sólo iba en creciente.

En la primera vuelta Max iba en la delantera sin embargo en el cierre, Checo logra alcanzarlo e incluso rebasarlo.

No solamente en la posición sino también, marcando la vuelta rápida.

Verstappen intentó lidiar en los primeros minutos contra el rebase de Pérez. Pero llegando a la cuarta vuelta, esta le pertenecía enteramente al mayor, pareciendo que la quinta no la dejaría ir fácilmente. Ambos llevaron el poder de su auto idónea mente, peleaban con fiereza la posición como si de su vida hablásemos, no obstante, la poca neutralidad que se posicionó en el menor le orilló a descuidar superficialmente el dominio de su conducción.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora