58. Verano (1:2)

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Ay mierda, fue lo único que alcanzó a pensar. Su corazón pareció detenerse, su respiración atascarse y el tiempo ralentizarse.

Sergio trastabilló del cuarto escalón de las escaleras, perdiendo el equilibrio y yéndose hacia atrás. Se aferró a la caja que traía consigo cuadros y uno que otro premio del karting, cerrando los ojos con fuerza.

Te dije que esperaras —La demanda abarca un tono sedoso y profundo, ronco.

Sergio se estremece entre los brazos de Max. Exhalando todo el oxígeno que había atrapado por el susto en sus pulmones, aliviado.

—Es sólo una caja, Max.

—Y aún así, casi caes.

—Sólo pisé mal.

El mexicano intenta reincorporarse, sin embargo el neerlandés le impide moverse.

Max —Ocupó mínimo la voz de su omega — Tengo que llevar esta caja arriba.

—Ya fue demasiado, Checo. Déjamelo a mí —Es una demanda camuflada con un ruego, evitando que su pareja se pusiera a la defensiva y se negara.

—Puedo hacerlo sólo —Menciona. Acomodando sus pies correctamente sobre el peldaño de la escalera — Es la última caja, Maxie — Ve hacia el final de las escaleras, sintiéndolas como un desafío para él.

Checo —Fue un lamento caprichoso.

El azabache negó.

—Déjame terminarlo, por favor —Pidió sin dar detalles, dirigiéndole una mirada suplicante al más joven.

Max suspiró, rendido.

—Bien.

Sergio sonrió nuevamente, alegre. Observó los escalones una última ocasión y continuó con su camino, decidido a no perder el equilibrio y vencer a las nuevas escaleras. El omega ni siquiera podía culpar a los vértigos creados por el embarazo pues aún era asintomático, sino que se debía más a su distracción.

Max le siguió detrás a Sergio, atento a cualquier desliz o descuido del mexicano.

—Acosador —Rechistó un tanto divertido cuando estuvo al final de las escaleras y en el segundo piso.

—Soy precavido —Alegó. Aún detrás del omega dominante.

—Cómo sea, ¿dónde la dejo? —Volteó a verle, buscando la respuesta.

Max se inclinó hacia delante, tomándole de la barbilla con su pulgar y dedo índice, acercándolo aún más y depositando, en un movimiento afable y grácil, un beso.

—Max, harás que aplacemos el desayuno —Farfulló en el preciso instante en el que se distanciaron. Max sonrió, coqueto — ¡Ah no! Primero el desayuno — Se apartó del holandés rápidamente, huyendo del león hambriento con el que se había mudado recientemente.

Verstappen se carcajeó ante la actitud de Pérez. Siguiéndole detrás con el fin de cuidarle y evitar cualquier accidente.

—¡Max! —Vociferó dentro de la habitación de huéspedes. Otra risa escandalosa se escapó de Emilian.

La mañana para los pilotos de la misma escudería transcurrió de forma afable y natural, encargándose de organizar las pertenencias del mexicano dentro de la vivienda del holandés después de desayunar y limpiar la cocina juntos. Al sentarse en el sofá, ambos mantuvieron la cercanía pero no tan acostumbrados a la compañía durante las vacaciones, les costó unos momentos acercarse y dialogar un poco más.

Pero les bastó cuarenta minutos exactos, para que Sergio fuese subido a las piernas y regazo de Max por éste mismo.

Empezó con Emilian, mostrándole un reel subido por su escudería en Instagram de ellos mismos. Ambos se inclinaron hacia el otro en busca de más contacto, pero sin ser demasiado bruscos con sus acercamientos.

Amores EnemigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora