A punto de caer

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—¿La compadeces o quisieras estar en su lugar?

Marcia quedó estática ante esa pregunta, el silencio se apoderó de ella, pero, había algo más, estaba totalmente perdida en los ojos de ese hombre que decía odiar a boca llena.
El tenerlo así de cerquita casi pegado a su boca le generaba una mezcla de emociones pero había una en especial, una que la hacía sentirse perdida, sin saber cómo salir de ahí, sin saber cómo salir de las garras de aquél hombre.

Esteban por su parte sentía una tención entre los dos que se podía cortar con un cuchillo, sentía una sensación extraña entre los dos, como si ninguno quisiera salirse de ese momento. Por un momento tuvo la sensación que Marcia sentía algo más que odio por él.

—¡Contestame!  —Con tono seductor—. ¿Por qué no me contestas? —Comenzó a acariciar el rostro de ella con la yema de sus dedos, primero inició con sus mejillas y por último llegó a sus labios. Los acariciaba una y otra vez, de arriba hacia bajo, le tocaba sensualmente la figura de sus bordes.
La respiración de Marcia se empezó a entrecortar y de un momento a otro inconscientemente se dejó llevar por la sensación que sentía. Ni ella misma supo en qué momento cerró los ojos y Esteban procedió a darle pequeños besos suavemente por todo su rostro.

Marcia abrió la boca y se le escapó un gemido. Esteban al escucharla se dio cuenta que lo estaba disfrutando tanto como él, que estaba igual de atrapada, y que ya no había vuelta atrás para detenerse.
Así que procedió a succionarle el cuello lentamente pero a la vez con ansias.

—¡No sabes cuanto te odio infeliz! —Le susurró con la respiración entrecortada en medio de ese momento tan inesperado entre los dos—.

Esteban se detuvo, la miró fijamente a los ojos y le respondió —Odiame todo lo que quieras, al fin y al cabo es un sentimiento igual de fuerte que el amor.
Le volvió a rosar los labios con la yema de sus dedos y finalmente se fue.

Marcia quedó totalmente ida, no alcanzaba a procesar todo lo que había pasado, pero sobre todo, lo que había sentido.
El pensar que quizás podría haber en ella algo más que un sentimiento de odio y desprecio hacia el hombre que fue su verdugo, que la condenó a tantos años de sufrimiento la asustó mucho, le generó una gran sensación de angustia y ansiedad.

Se despegó de la pared del baño llena de nervios, temblando un poco y con un nudo en la garganta.

Se miró al espejo reclamandose a sí misma  —¡No, tú no puedes Marcia!—.

Se echó un poco de agua en la cara para calmar sus nervios y todo lo que estaba sintiendo, nuevamente se volvió a mirar en el espejo y se dijo —Debe ser un malentendido o una confusión, tú lo odias, tú siempre lo vas a odiar y a despreciar, él fue un canalla contigo—.

Con esas palabras logró sentirse un poquito más aliviada así que se acomodó el vestido —¡Aquí no ha pasado nada!— pensó y también se fue.

Cuando volvió estaba Iñaki en la mesa —¿Por qué te demoraste tanto? ¿Te pasó algo?

—No, solo que el vestido es un poco dificil y de vuelta me encontré con una conocida y estuvimos hablando un momento.
Mi vida, ¿Por qué no nos vamos? Es que ya me siento cansada.

—Bueno, está bien, en media hora nos vamos.

[Mesa Lom-Ent]...

—Esteban mi amor, —le dió un beso para llamar su atención —Desde que llegaste del baño estás raro, muy pensativo ¿Qué tienes?

—Nada, solo que todavía no me creo que hayamos ganado. —Le sonrió finjidamente—.

[Departamento de Marcia]...

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora