Confusiones

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[Lunes, restaurante]...

—Bueno, mis queridos compadres, el motivo de esta reunión es para saber cómo van con el proyecto. ¿Ya tienen algo adelantado?

—Gaspar, la verdad es que sí, efectivamente hemos avanzado pero no tanto como se tenía planeado... Esteban y yo hemos tenidos varios inconvenientes y eso nos ha atrasado un poco.
Hasta siento un poco de vergüenza contigo porque sé que esperas que estemos a la altura.

—No te preocupes Marcia, ya yo le conté a Gaspar todo que nos ha sucedido, mi asalto, tus contratiempos por tu otro trabajo, todo eso nos ha afectado.

—Sí, así es. ¡Comadre tranquila! No tienes por que sentirte avergonzada, yo entiendo perfectamente la situación. Incluso, si no me hubieran presentado excusas no habría pensando mal de ustedes. ¡Ay por Dios! ¡Cómo voy a pensar mal de ustedes! Los conozco como la palma de mi mano, sé la clase de profesionales que son.

—¡Muchas gracias compadre!

—Yo también te agradezco mucho que nos hayas comprendido. —agregó Esteban—.

—Y... ¿Cómo se encuentran Lucía y Hugo?

—Gracias a Dios están muy bien. Por ahí andan, Lucía en la universidad y Hugo trabajando conmigo en Lom-Ent.
—contestó Esteban—.

—Les dicen por favor que no sean tan ingratos con su padrino. —los tres se rieron—. Tengo tiempo sin saber que es de sus vidas, ya ni siquiera se acuerdan que los bautizó un regiomontano... sobre todo Hugo porque con Lucía he tenido un poquitito más de contacto. Pero muy poco también...

—¡Yo no sabía que te tenían así tan olvidado! —respondió Marcia un poco sorprendida—.

—Yo tampoco. —dijo Esteban—. Pensé que te tenían más presente... ¿Te acuerdas cuando eran niños y salían corriendo a abrazarte cuando te veían?

—Claro que lo recuerdo. —sonrió—. De seguro era porque sabían que les traía regalos. —nuevamente se echaron a reir—. Pero ya como no les doy regalos ni se acuerdan de mi...

—¡Tú definitivamente no cambias Gaspar!  —dijo Marcia cuando terminó de reirse—.

—A ver, soy el mejor amigo de Esteban, no esperes mucho de mi...

El moreno se echó a reir y dijo: —Ahora resulta que soy yo el de la mala influencia. ¡No me hagas hablar bandido!

—¿Bandido yo? 

—¿Y lo dudas? —ambos rieron—.

Marcia únicamente se limitaba a sonreir en la mesa mientras escuchaba a ese par decirse cosas. A pesar de las diferencias con su exesposo, siempre había admirado cómo se llevaba con su mejor amigo. Para ella, Esteban y Gaspar eran realmente unos verdaderos amigos, porque después de tantos años los dos seguían siendo igual de incondicionales.

—Okey, no te lo voy a negar... reconozco que lo soy porque tú me enseñaste...
—respondió Gaspar—.

—¡Ay por Dios! Siempre he sido un hombre fiel.

—Sobre todo con Paula... —dijo Marcia con sarcásmo, rompiendo el silencio—.

Los dos hombres se quedaron atónitos ante el comentario de la pelirroja. Gaspar tenía una cara de no creer lo que había oído y al mismo tiempo de querer estrallar de risa. Sin embargo, se aguantó porque no le parecía prudente. En cambio Esteban estaba un poco serio, su expresión era más como de hastío.
Realmente no quería discutir ni mucho menos pelear en ese momento, él deseaba llevar la fiesta en paz de una vez por todas.
Así que ese comentario francamente no le gustó porque era sinónimo de que Marcia quería guerra, y él ya no.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora