Cara a cara II

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[...]

—¡Señor! ¡Que no puede pasar! ¡¿No está comprendiendo?!

—Pero es que...

—¡¡Aléjese!! ¡¿Acaso es médico para entrar a la sala?!

Esteban completamente frustrado asintió y retrocedió.

[...]

—¡Yo no quiero que se muera! ¡Yo no quiero se muera! ¡No! ¡Ayúdenme! ¡Por favor! ¡Ayúdenme! —repetía Marcia bastante alterada mientras movía con brusquedad su cabeza—.

La médica al notar su crisis de nervios decidió aplicarle un tranquilizante y poco a poco se fue quedando dormida.

[...]

—Señor, trate de calmarse un poco.

—¡¿Cómo me va pedir eso?!

—No quisiera estar en sus zapatos pero, no gana nada con estar así. Debería esperar a que los médicos hagan su trabajo.

—¡Gracias..! ¡¿Cómo es su nombre?! Es que ni siquiera le he agradecido por ayudarme a traer a mi ex-mujer.

—No se preocupe, por favor. Créame que lo comprendo. Me llamo Ana ¿y usted?

—Esteban Lombardo.

—¿Lombardo? ¿Tiene usted algo que ver con Lom-Ent?

—Sí, soy el dueño...

—Hmm, ya entiendo por qué quizás usted y su... —la mujer se quedó pensando—.

—Ex-mujer. —agregó Esteban—.

—Y su ex-mujer deben tener enemigos...

—¡¿Por qué lo dice?!

—Porque yo alcancé a verlo todo y creo que su ex-mujer fue atropellada a próposito.

—¡¿Qué está diciendo?! —preguntó el moreno lleno de confusión—. ¡¿Está segura de lo está afirmando!?

—Bueno, no soy nadie para afirmarlo con seguridad. Sin embargo, por la forma en como sucedió el accidente, pienso que fue intencional.

–¡¿Cómo sucedió?! Yo solamente pude ver cuando el vehículo la arroyó. ¡Maldita sea! —se tocó el cabello muy frustrado—.

—En ese momento yo venía caminando para subirme al coche y de repente noté cómo que la camioneta aumentó su velocidad y procedió a montarse en la acera sin ningun motivo, porque de hecho es el espacio donde camina la gente y la revolcó. Además, ¿por qué huyó de inmediato y no se hizo responsable de su error?

Esteban se quedó callado y muy pensativo. No respondió nada.

—Bueno, es una simple teoría. Pero si quiere que le diga la verdad, me parece que fue algo adrede.

—Gracias por contarme lo sucedido, si es así como usted dice. ¡Esto no se va a quedar así! —expresó muy serio—. ¡Lo juro por mis hijos!

[...]

—¡Jefe! ¡El business está hecho!

—¡¿Por qué te tardasre tanto en llamar?!

—Usted sabe que tenía que huir bien para después encontrarme con mi carnal, el de las envidencias. Ya él se las acabó de enviar, así que necesitamos la lana.

—Vale, las voy a verificar y si está todo en orden, dentro de media hora les llegará su dinero.

—¡Ahora sí nos estamos entendiendo!

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora