Jugarse el pellejo

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Semanas después

Con el pasar de los días, en la familia Lombardo el optimismo iba desvaneciéndose muy silenciosamente.

Marcia trataba de mostrarse lo más fuerte y serena que podía ante Esteban y sus hijos. Sin embargo, la cruda realidad era distinta, internamente cargaba con ella muchas ideas que la atormentaban todo el tiempo, noche tras noche. Esteban aún no gozaba de su libertad y aquello era la principal razón de su infernal situación.

Anhelaba que saliera de esa cárcel, que regresara a la que siempre había sido su casa. Deseaba que estuviera junto a ella lo que restaba de su embarazo, y por supuesto, viviendo como una verdadera familia en compañía de Hugo, Lucía y el próximo nuevo integrante, Rafael.

Le dolía darse cuenta de que no eran más que ideas, efímeras ideas.

[...]

Clínica

—Muy bien, hasta el momento todo en perfecto orden. —afirmó la obstetra finalizando el tacto—.

—Por suerte... —contestó la pelirroja sonriente—. 

—Pensé que su esposo esta vez vendría con usted. —expresó la mujer sin segundas intenciones—.

Para Marcia aquel comentario fue como si le clavaran un puñal en el corazón. Se le creó un gigante dudo en la garganta y sus ojos se empañaron de lágrimas. De inmediato, respiró profundo para no quebrarse y respondió. —No... —rascó su garganta para que tomar firmeza en su voz— esta vez tampoco pudo venir. —le sonrió amablemente a su médica—. 

—¡Qué lástima! Supongo que nuevamente por asuntos laborales. —mencionó ella con ingenuidad—.  

—Sí. 

—Increíble que todavía existan empresas en donde les importa muy poco el role paternal de los hombres. Piensan que cuando se trata de hijos la madre es quien debe recurrir a todo y no es así. Bueno, no estoy criticando a su esposo, —rió— sino a su lugar de trabajo. Estoy segura de que a él le habría encantado. Sólo me bastó con verle la cara de emoción la última vez que vino.

Al parecer la obstetra inocentemente se estaba encargando de magullar una de las heridas más dolorosas que habitaba en su alma. —Sí, él se muere por este bebé... —apenas logró expresar aquello, asintiendo con su cabeza—. 

La obstetra le sonrió y dijo. —Bueno, hemos finalizado el chequeo. Señora Marcia ya se encuentra en la semana treinta y dos, lo cual significa que dentro de cuatro o seis conoceremos al señor Rafael.

Marcia volvió a sonreír. 

—Espéreme tantito. Creo que me están solicitando afuera. —mencionó observando su celular—. 

—No se preocupe, doctora. 

La mujer salió del cuarto de obstetricia.

—Ya falta un mes para que nazca nuestro hijo. —expresó en voz alta cuando se vio sola en la habitación—. Quiero seguir creyendo que estarás conmigo, aunque, por otra parte lo veo imposible... —volvió a hablar cabizbaja y sin poder evitarlo, se quebró entre sollozos—.

Estaba cansada de fingir tranquilidad, de fingir que no le destrozaba su diaria ausencia. Estaba cansada de fingir.

[...]

Cárcel

Esteban permanecía en el patio observando un reñido partido de baloncesto. Nunca se había sentido atraído por tal deporte, por esa razón, sólo se limitaba a ver a los demás.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora