Sorpresas II

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[7:30 pm]...

Iñaki llegó al departamento.

Realmente la relación entre Marcia y él estaba muy tensa, las cosas no iban nada bien. Antes del viaje habían tenido discusiones fuertes y nunca lograron concretar un acuerdo mutuo, sin embargo, la pelirroja se marchó porque debía hacerlo.
Durante el viaje él sólo la llamó una vez para saber cómo había llegado a Monterrey, y después de eso ninguno volvió a saber más nada del otro.

Desde el día que ella regresó a la Ciudad de México sólo habían logrado entablar pequeñas conversaciones, bastante esquivas por cierto.

Sin embargo, Iñaki deseaba con todas sus fuerzas solucionar todo y volver a estar bien con su esposa.

Cuando la pelirroja sintió la presencia de Iñaki en el departamento salió de su habitación para hablar con él.

—Hola, ¿Por qué llegaste a esta hora? ¿Te pasó algo?

—Hola, sí. Me tocó quedarme todo el día en la oficina, no sabes la cantidad de trabajo que tuve. ¿Y tú cómo vas? —respondió él—.

—Bien, adelantando asuntos... —agregó Marcia—.

—Vale, ¿Te gustaría pedir algo de cenar?

—Iñaki, de eso precisamente quería hablarte... —mencionó un poco nerviosa—.

—¿De qué?

—Mis hijos me invitaron a cenar esta noche y ya les dije que sí. Saldré dentro de una hora...

—¡Aah! —asintió bastante aburrido—. Por mi no hay ningun problema, bueno, me quedaré aquí y pediré yo.

—Bien. —asintió también la pelirroja—. Me voy a alistar. —se dirigió a su recamara—.

Después haberse bañado comenzó a maquillarse.

Varios flashback llegaban a su mente una y otra vez. Viéndose al espejo mientras se pintaba los labios color rojo pasión recordaba cómo tantas veces juró a boca llena nunca volver a estar con Esteban y peor aún, cómo en muchas ocasiones alardeó diciéndole a los demás e incluso a él mismo el odio y el rencor que le tenía. Uno de ellos fue cuando estuvo la última vez en la casa de Esteban.

Flashback

¡Te parece poco lo que hiciste! —decía enojadísima hablando despacio para no formar un escándalo—. Te propasaste conmigo, entiende de una máldita vez que tú y yo JAMÁS vamos a estar juntos. Estoy casada y no pienso dejar a mi esposo por un hombre como tú. Y te recuerdo que también tienes una novia a la que puedes cogerte cuantas veces se te de la gana pero a mi NO, ¡NUNCA me vas a tener en tu cama!

—¿Será que esto es un castigo por haber alardeado tanto? —mencionó cuando terminó de echarse el labial y echó a reir—.

Luego, se levantó y se dirigió hacia su closet, estando allí realmente no haballa que ponerse, sin querer había entrado en ese mal vicio que padecen la mayoría de las mujeres de nunca encontrar el outfit adecuado.
De repente se acordó de una lencería negra y otras cosas que su amiga Alba le había regalado antes de irse a España pero que nunca usó. Además, también recordó que cuando se la probó le había quedado bastante sensual para su gusto, pero ahora las cosas eran totalmente diferentes, así que me animó a buscarla.

Finalmente la encontró y se la puso.

Caminó hacia el espejo para ver que tal le quedaba y no se reconoció.
Los sentimientos de culpa empezaron a acecharla, se sentía una mujer sin principios, mentirosa, desleal, una mujer que jamás quiso ni mucho menos imaginó ser. Aunque lo más curioso es que apesar de que los remordimientos la carmonían no le importaba. Seguía decidida a ir.

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora