Al carajo las máscaras

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[Martes, 6:00 am]...

La pareja de exesposos estaba profundamente dormida, Marcia amaneció acunada junto a Esteban y apoyando su cabeza encima de su hombro izquierdo, y además, con una de sus piernas entrezaladas a las de él.

Literalmente, casi que sobre el moreno. 

Aún después de veintidos años, a la pelirroja no se le había quitado la mala costumbre de abrazarle una costilla y montarle la pierna.

La despertador empezó a timbrar anunciando que la mañana había iniciado.
Marcia oyó la alarma e inmediatamente abrió sus ojos. Al notar lo cercana que estaba con su exesposo, se despegó de él bastante sorprendida y se corrió hacia el otro extremo de la cama. 

Mientras tanto, el despertador continuaba sonando.

—¡Esteban! —lo llamó pero el moreno seguía inconsciente—. ¡Esteban! —le dio pequeños toques en su mejilla izquierda—.

Él se movió volteandose de lado y soltó varios quejidos.

—¡No seas perezoso! —afirmó ella tocándole la cintura—. ¡Esteban, despiértate! ¡Tu alarma está sonando!

El moreno abrió los ojos y casi sin aliento dijo. —Estoy... cansado... —se removió para darle la cara a Marcia y se quejó de nuevo—. Me duele... —estornudó fuerte— me duele el cuerpo...

La pelirroja se inquietó y procedió a tocarle el rostro. —Tienes un poco de temperatura... ¿Qué te sientes exactamente?

—Me siento como si me hubiera aplastado un camión y me duele... la cabeza. —expresó con un semblante adolorido—.

—Te enfermaste... —afirmó acariciándole el rostro—.

—Sí, o de pronto este es el último día de mi vida... —le contestó él con sacasmo y sonrió cerrando sus ojos—.

Marcia se echó a reír y le respondió.
—Ni enfermo dejas de ser tan chistosito. Bueno, yo no soy médica pero por lo visto la lluvia te resfrió.

[...]

Flashback

Noche anterior

—Esperame un segundo aquí, voy a buscar algo para cubrirte. —dijo Esteban y se bajó de su coche en medio de la lluvia—.

Marcia comenzó a observarlo por la ventanilla del coche y sonrió al verlo correr. Pero él a pesar de haberse apresurado para entrar rápido a la mansión, se mojó por completo.

[...]

—Pobre Esperancita, me tocó despertarla, por suerte tenía este impermeable y la sombrilla. —se los entregó—.

—Gracias... —contestó tomándolos y procedió ponerse el impermeable—.  ¡Súbete al coche, Esteban! ¡Te estás mojando!

—Ya para qué... —rió—, antes de llegar a la puerta me empapé de agua. Realmente da lo mismo si me quedo aquí o me protejo.

—No se te olviden tus tacos... —los señaló—.

—¡Mis tacos! ¡Ya los había olvidado! —agarró el empaque—. Ojalá no se llenen de agua.

Marcia rió viéndolo a la cara y Esteban le lanzó una mirada sobria y penetrante, fingiendo seriedad.

La pelirroja se intimidó y un poco arrepentida le dijo. —Lo siento... —bajó su mirada— no, no creas que me estoy riendo porque me alegre que estés padeciendo este momento...

Mi vicio y mi condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora